2021 marzo – «Camino cuaresmal a buen paso de esperanza II»

Queridos hermanos y hermanas:

Hace un año irrumpió en nuestra realidad la pandemia del coronavirus que sigue condicionando nuestras vidas. La Cuaresma de 2020 quedó “confinada” y empezamos esta travesía cruda y larga. En todos nosotros quedó grabada la imagen del papa Francisco subiendo él solo la escalinata de una vacía y estremecedora Plaza de San Pedro en un atardecer lluvioso. Fue un momento extraordinario de oración el 27 de marzo de 2020. Aquella imagen, oración y bendición fueron una luz del Señor en medio de la oscuridad del mundo. Antorcha que sigue iluminando hoy, como lo hizo ayer y lo hará mañana.

Este 2021 la Cuaresma ha sido la que ha irrumpido en medio de la pandemia en la que nos hallamos inmersos, prolongada desde entonces. Se impone la humildad de seguir aprendiendo, la paciencia de soportar y vencer las dificultades aguardando soluciones, la solidaridad, la caridad y la justicia con los que más sufren, la gratitud con los que luchan en primera línea y la confianza en que la humanidad será mejor tras este desierto sobrevenido.

En esta Cuaresma que nos hemos propuesto recorrer “a buen paso de esperanza”, estamos llamados a ir poniendo un nombre nuevo a lo que nos sucede y a identificar aquello que debemos cambiar para poder crecer. Empecemos con los tres dinamismos cuaresmales: la oración, el ayuno y la limosna; después, en particular, cada uno puede revisar los pasos de su propio camino cuaresmal, sin olvidar que es un camino que recorremos juntos.

Amistad con Dios es el nombre de la oración. Nos lo dejó escrito santa Teresa de Jesús en el Libro de la Vida (c. 8, n.5): «que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, que tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama». Iniciar la amistad con Él, acrecentarla o volver a ella, superar cualquier resquicio de enemistad, nos llevará a buen ritmo hacia la Pascua. Además, desde la oración también podemos comenzar relaciones nuevas, o recuperar la amistad con los hermanos y con la creación. Amistad que sosiega, alienta y libera, amistad que propicia la ansiada y necesaria fraternidad.

Liberación es el nombre del ayuno. El Señor quiere que nos abstengamos de la opresión, del dedo acusador, de la calumnia (cf. Is 58, 9). Él valora un ayuno que abra prisiones injustas, que nos haga pasar de la esclavitud del pecado y de la lejanía de Dios a la libertad de la unión con el Santo de Israel. Este ayuno nos convertirá en luz que disipa las tinieblas a través de la caridad que, según afirma san León Magno y conocemos, está intrínsecamente unida a la limosna.

Por último, misericordia es el nombre de la limosna. La misericordia es el rostro y las obras de Cristo, que están al alcance de todos, pues su valía radica en el amor con el que se hacen. Partir el pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin hogar y a los extranjeros, vestir al que está desnudo, visitar y cuidar al que está enfermo y en la cárcel, enseñar al que no sabe, perdonar, consolar…

Practicando la amistad y la fraternidad, la liberación y la luz, la misericordia y el amor, brillará nuestra lámpara en la oscuridad, hallaremos la senda, reconstruiremos ruinas (cf. Is 58, 10-11) y beberemos el “agua viva” de la esperanza, manantial cuya vena nunca engaña, que nos fortalece para caminar a buen paso hacia la Pascua.

Con mi afecto y bendición.

✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León