«Seminaristas y presbíteros sembradores de esperanza»

Queridos hermanos y hermanas:

Durante el «Congreso de Vocaciones ¿Para quién soy?», que celebramos del 7 al 9 de febrero pasado, cobraron relevancia todas las opciones vocacionales que enriquecen la Iglesia peregrinando sinodalmente e infundiéndonos esperanza. En este horizonte eclesial, donde cobran cuerpo todas las vocaciones, celebramos con esperanza el Día del Seminario en torno a la solemnidad de san José, esposo de la Bienaventurada Virgen María.

Se trata de una jornada para celebrar, apreciar y agradecer la vocación presbiteral de quienes responden a la pregunta «¿Para quién soy yo?» (Christus vivit, 286), discerniendo lo que Dios sueña para ellos, y se preparan para llegar a ser presbíteros «sembradores de esperanza». Un lema que en 2025 evoca el del Jubileo Ordinario, como no puede ser de otro modo.

Junto a nuestros seminaristas, reconocemos y alentamos a los presbíteros de nuestra diócesis, para que sean, en medio de tierras áridas de desesperanza, misioneros de la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). Es decir, misioneros de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, enviado del Padre que nos muestra, desde el lavatorio hasta la Cruz y la Resurrección, el camino ministerial de quien, entregado y triturado, se convierte en pan de vida, pan de esperanza.

Si el año pasado recordábamos que los presbíteros han de ser «pastores misioneros», este año tenemos presente que los «pastores misioneros» son «sembradores de esperanza». Alegrémonos por el don imprescindible que son en la Iglesia, por su entrega generosa sin cálculos ni componendas, por sus vidas gastadas que generan alegría, fraternidad y confianza en el futuro.

Celebremos la vocación al presbiterado como semilla de esperanza que se multiplica tanto en la ciudad de León y su alfoz como entre pueblos, donde vive y anda el Señor. Multiplicación de esperanza que lleva a cabo cada presbítero celebrando los sacramentos, ayudando a los necesitados, acompañando soledades no deseadas, visitando enfermos, organizando la catequesis y toda la pastoral, siendo cauce sencillo de corresponsabilidad de laicos, diáconos y personas consagradas.

Con el corazón agradecido, sigamos ocupándonos del seminario, de la formación inicial y permanente que han de recibir seminaristas y presbíteros para refundar la comunidad cristiana, sirviendo humildemente a Cristo, Palabra de Dios, abriendo con él nuevos caminos que hagan más presente su Reino ya en esta tierra.

Alentemos en los llamados al sacerdocio ministerial un modo fraterno, servicial y santificador de presidir la celebración de la eucaristía, como representación fiel de Jesucristo y, por tanto, como siembra de esperanza que no defrauda y lleva a su cumbre el propio ministerio ordenado al servicio de los hermanos.

Hagamos del Día del Seminario un acontecimiento de acción de gracias y de celebración de la vocación presbiteral, de cariño y gratitud hacia los seminaristas y presbíteros. Festejemos con alegría esta llamada a crecer junto al resto de vocaciones, carismas y ministerios que adornan la Iglesia. Todas ellas nos impulsan a la misión de discípulos misioneros, partiendo del sueño de Dios para cada bautizado, el cual se va cumpliendo en el caminar unido y esperanzado del santo pueblo fiel de Dios, pueblo de la esperanza.

La Virgen del Camino acompaña en su peregrinar a cada seminarista y a cada presbítero, y les impulsa a sembrar las semillas del Verbo, su Hijo vivo y glorioso, esperanza nuestra.

Con mi afecto y bendición.

✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León