Queridos hermanos y hermanas:
«Compartir es nuestra mayor riqueza» es un axioma que tenemos aprendido teóricamente, pero no llegamos a saber poner en práctica como conviene, aun cuando sabemos que hay tantos hermanos nuestros que nos necesitan. Por ello, la Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas en 2025 nos invita a tomar conciencia de la necesidad de poner la riqueza mundial al servicio de la humanidad para paliar la pobreza, el hambre y la desigualdad, de tal modo que la prosperidad llegue a todas las personas, a todos los lugares de la tierra sin exclusión.
Coincidimos muchos en la conveniencia e incluso la necesidad de prosperar. Algo por lo que debemos luchar siempre, no sólo por nosotros y los nuestros más cercanos, sino por todos. El papa Francisco ha hablado, en este sentido, de la «prosperidad compartida» como un camino al que la humanidad entera debe tener acceso.
Esto exige poner a las personas más débiles en el centro de la sociedad, de la Iglesia, de nuestras comunidades, y apostar por la «cultura del encuentro», que supera prejuicios y egoísmos, y nos urge a acercarnos cada vez más al ser y obrar propios de los discípulos de Jesucristo.
La riqueza de compartir debemos descubrirla favoreciendo el crecimiento de comunidades y sociedades más igualitarias y sostenibles, en las que nadie sea descartado y, en cambio, la justicia, la paz, el bienestar y el cuidado de la casa común sean valores cada vez más compartidos por todos.
Este compromiso conlleva dejar de asociar la capacidad de consumo material con la prosperidad. Tal mentalidad ha desvirtuado el valor de toda riqueza que no puede medirse económicamente, asimilando y reduciendo este concepto a la acumulación de bienes materiales, lo cual lleva asociada una carga pesada difícil de llevar que, además, ampara la esclavitud y ensancha la tristeza.
Manos Unidas nos invita a recordar y tener bien presentes esas otras riqueza y prosperidad que dan vida, que permiten vivir con dignidad y justicia, contribuir al bien común, construir la fraternidad y asumir los valores evangélicos que Jesús de Nazaret nos muestra, invitándonos a obrar desde el amor hacia cada persona y hacia la creación entera.
Este modo de vida cristiana es el que corresponde a una «prosperidad compartida» y el que nos permite entender y asumir que, tal y como Dios nos ha revelado en Cristo, «compartir es nuestra mayor riqueza». Viviendo como discípulos misioneros de Jesús podemos luchar contra el hambre en el mundo, contra la desigualdad y el descarte, contra la indiferencia ante la necesidad de bienestar de los demás. Viviendo como discípulos misioneros de Jesús trabajaremos por la justicia, la igualdad, la paz y por un modelo de desarrollo sostenible y respetuoso con la creación.
Que descubramos juntos, como Iglesia sinodal misionera y samaritana, que «compartir es nuestra mayor riqueza», la riqueza que Dios Padre nos regala en el Hijo por el Espíritu Santo durante este año jubilar 2025, en el que la Campaña Contra el Hambre de Manos Unidas representa un urgente signo de esperanza.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León