2024 – Domingo de Pentecostés

“El Espíritu Santo nos fortalece”

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Queridos hermanos y hermanas, especialmente confirmandos: experimentad el don del Espíritu Santo que os fortalece, como aconteció en Pentecostés y hemos recordado en la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2,1-11) cuando estaban los discípulos de Jesús “todos juntos en el mismo lugar” con María, la madre.

Aún conociendo que el Señor ha resucitado, antes de recibir el Espíritu Santo los apóstoles se reconocen muy débiles. Además, se ven rechazados por sus conocidos, amigos y vecinos, sobre todo los que han llevado a Jesús a la cruz, y sienten peligro. No hay paz en sus corazones, sino zozobra e inseguridad. Pensemos cómo nuestra debilidad coincide con la suya: dudas, miedos, temor al rechazo a causa de la fe, sensación de peligro.

En medio de esta fragilidad —la de los discípulos y la nuestra— aparece el resucitado. Él muestra que está vivo dando la paz y enseñando las manos y el costado y luego los confía una misión.

El conocimiento de la victoria sobre la muerte y de la nueva vida de Jesús les produce alegría interior a los discípulos.  Este conocimiento no se les da solo a ellos, sino que ha de ser comunicado a todo el mundo a través de ellos y por ese motivo ha llegado hasta nosotros y por medio de nosotros llegará a otros muchos.

Sin embargo, la alegría no disipa del todo los miedos. Para fortalecerles, Jesús les da la paz por dos veces, porque la paz es un auténtico don. Está basada en todo lo que le ha sucedido, pasión, muerte y resurrección. Viene de la fidelidad y del poder de Dios e infunde fortaleza. Quien recibe y acoge la paz de Jesús puede sentirse confiado y tranquilo, seguro en el Señor, protegido por Dios, que es más fuerte que cualquier enemigo, incluido el más temible, la muerte.

Con esta fortaleza llega el momento de la misión, como os llega a vosotros hoy, queridos confirmandos, como nos llega a quienes os acompañamos, pues en una nueva efusión del Espíritu Santo todos recibimos el don de la paz de Jesús y el don de la misión renovados.

Es lo que nos capacita para dar a conocer el nombre de Jesús, como hemos escuchado en la primera carta del apóstol Pablo a los Corintios: pronunciamos el nombre de Jesús y le hacemos presente por medio del Espíritu Santo. Así podemos entender y predicar la unidad en la diversidad de vocaciones, carismas, ministerios y servicios.

La misión de los discípulos es inaugurada cuando Jesús les repite el saludo de paz. Por consiguiente, también la obra que han de realizar ellos debe estar llena de paz, seguridad y confianza. Porque ellos llevarán, como nosotros hemos de llevar, en unión con Jesús, el saludo de paz de quien nos ofrece una inigualable vida abundante, nueva y eterna.

En el envío a la misión, Jesús resucitado exhala su aliento sobre los discípulos y les transmite el Espíritu Santo. Es el Espíritu de vida que capacita, fortalece, ilumina para cumplir el encargo recibido. Es el bautismo con Espíritu Santo que hace Jesús y anuncia Juan (cf. Jn 1,33).

Pedimos ahora el don del Espíritu Santo para que descienda sobre estos confirmandos y damos gracias al Señor en el banquete eucarístico por el don del Espíritu Santo, el don de la paz y el don de la misión que recibimos igual que los apóstoles.

Que agradecidos por tantos dones, dejemos que acontezca un nuevo Pentecostés. Lo necesitamos todos los que formamos la Iglesia y peregrinamos en la diócesis de León junto a María, la madre de Jesús, Virgen del Camino, que nos muestra a Cristo vivo y glorioso, esperanza que no defrauda.

Amén.