2022 – Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

«San Claudio vive para siempre»

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Hermanas, hermanos. Nos hemos reunido los que, como san Claudio, hemos sido llamados a ser testigos del Señor Jesús, testigos de la vida en abundancia. Debemos sentirnos honrados y dar gracias a Dios porque nos ha elegido.

La lectura del libro de la sabiduría nos recuerda la pequeñez de este mundo y de cada uno de nosotros en él, frente a quien lo puede todo, no para hacernos daño (es el temor que surge ante el poder), sino todo lo contrario, para liberarnos de nuestras tristezas, esclavitudes y pecados. Dios es amigo de la vida y ama este mundo que Él ha creado. Su soplo está infundiéndonos ánimo, fortaleza, amor y esperanza. Así nos guía para apartarnos del mal que siempre acarrea sufrimiento, rencor, odio, división y muerte. Creer en el Dios de la Vida nos permite apartarnos de los caminos de la muerte.

San Claudio, como toda su familia, cree en Dios y nos da testimonio del poder divino en medio de la debilidad del hombre, de la persecución que realizan los poderosos de este mundo y la injusta aniquilación de la existencia humana.

Sin embargo, aunque nos quiten la vida, nadie puede arrebatarnos la vida nueva y eterna en Cristo, a la que hemos sido incorporados por nuestro bautismo. Esta convicción nos sugiere bendecir el nombre del Señor por siempre. Él nos hace dignos de la vocación a la santidad que hemos recibido y lleva «a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe». No estamos solos en el cumplimiento de nuestras promesas bautismales. La «tarea de la fe» no es un empeño humano con resultado de triunfo o fracaso. Es una misión compartida entre Dios y cada uno de nosotros que siempre alcanza la victoria, como hoy celebramos que ha acontecido en san Claudio, recordado por los siglos junto al Señor Resucitado por quien entregó la vida, mientras sus ejecutores fueron olvidados pronto con vergüenza y deshonor.

Hoy estamos invitados a seguir las huellas de san Claudio, con valentía y sin temor, y lo podemos hacer con el ejemplo de Zaqueo. Revisemos nuestro deseo de ver a Jesús y encontrarnos con Él. ¿Reconocemos lo que nos ha ayudado la fe y el encuentro con el Señor en nuestra historia personal? Haya sido así o no, ¿estamos dispuestos a vivir cerca de Jesucristo, a dejarle pasar a nuestra casa, es decir, a dejarle irrumpir en nuestras vidas para que las transforme? ¿Estamos abiertos a dejarnos cambiar por Jesús?

La invitación evangélica y liberadora es dar los pasos de Zaqueo en honor a san Claudio. No somos mejores ni peores que ellos. Meditemos la Palabra que anuncia que el Señor ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Zaqueo se esforzó por encontrarse con Jesús, le recibió en su casa, dio la mitad de sus bienes a los pobres, restituyó lo robado y experimentó la liberación de la corrupción, del pecado.

San Claudio comprendió felizmente, hasta las últimas consecuencias, el mensaje de la salvación, dejando que Cristo fuera lo más importante en su peregrinación terrenal, sin excusas ni componendas, y vive para siempre en la dicha de los bienaventurados.

¿Queremos ser bienaventurados con la ayuda del Señor Jesús?