Queridos diocesanos:
Los discípulos misioneros de Jesús que peregrinamos en la Diócesis de León nos disponemos a celebrar el Día de la Iglesia Diocesana junto a toda la Iglesia Católica en España. Celebramos que caminamos juntos, que somos lo que logramos ser con la aportación de cada uno; que somos familia contando con todos.
Aún estamos en una situación extraña a causa de la pandemia. La Covid-19 sigue condicionando nuestra vida en buena medida, al mismo tiempo que nos apremia a discernir para buscar lo esencial. En esta búsqueda los diocesanos estamos llamados a orar, a dar nuestro tiempo, a ofrecer nuestras cualidades, y a brindar nuestro apoyo económico. Todo es importante para redescubrir lo esencial de nuestra fe eclesial y dedicarnos a ello, no durante una sola jornada, sino a través de nuestra forma cotidiana de vivir la pertenencia diocesana, arciprestal, inter parroquial o parroquial, de cofradía, de grupo, de movimiento apostólico, de asociación cristiana o de comunidad religiosa.
Somos familia de familias para que nadie quede desamparado y continuemos la construcción del Reino de Dios con la esperanza que recibimos del Señor Jesús. Nos apremia el amor de Dios para responder a los desafíos actuales, con todos y entre todos. Ahí están las dificultades económicas que van aumentando, las incertidumbres que nos acompañan, la escasez de recursos humanos en nuestras parroquias, tanto por falta de clero como por descenso de población en muchas de ellas. No en vano decimos que “Es la hora de todos”, que es otro modo de decir: “Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo”.
El Día de la Iglesia Diocesana nos recuerda que nuestra Diócesis de León necesita que cada uno de sus miembros, discípulo misionero, tome conciencia viva de su responsabilidad y adopte un papel activo, desde sus posibilidades de colaboración, con una actitud constructiva que ayude a sumar, y no a restar; a caminar con los demás y no aisladamente.
La oración, el tiempo, las cualidades y el apoyo económico de cada diocesano son imprescindibles para continuar, con la ayuda del Espíritu Santo, la misión samaritana, la comunión fraterna y la evangelización misionera. La corresponsabilidad eclesial se sostiene sobre estos pilares que nos acercan al Reino de Dios.
Hagamos cada uno un esfuerzo personal e invitemos a otros hermanos a hacerlo. Que sea también ocasión de estrechar lazos fraternos, de conocernos mejor, de dedicarnos con interés a saber cómo viven otros hermanos de la Diócesis con quienes no tenemos la oportunidad de encontramos habitualmente. La fraternidad cristiana entre los miembros de la Iglesia tiene que ser vía de extensión de la corriente de fraternidad universal y amistad social que el Papa Francisco nos invita a descubrir y asumir.
Somos gentes de esperanza en tiempos de desesperanza. Ser testigos de Cristo, esperanza de la gloria, es una misión hermosa que hoy se convierte en indispensable. Agradezcamos a los hermanos y hermanas tanto don como recibimos y compartimos. Que cada discípulo misionero de León se sienta Iglesia y experimente que cada hermano en la fe es igualmente Iglesia, “una gran familia contigo”.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León