Queridos hermanos y hermanas:
Feliz comienzo de mes con la alegría pascual en medio de una serena esperanza. Durante este mayo luminoso permanecemos en oración con la Madre de Jesús —siempre con flores a María…—, a la espera del Espíritu Santo para acoger un renovador Pentecostés.
El día 1 celebramos la festividad de san José obrero, a quien el papa Francisco denomina “Padre trabajador” en su carta Patris corde. Un padre entregado a su misión con la dignidad que le da el trabajo realizado con sus propias manos. De él —dice el Papa— aprendió Jesús «el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo». En León nos es familiar Jesús Divino obrero.
Francisco señala la necesidad de «comprender el significado del trabajo que da dignidad». Igualmente, afirma que el trabajo «se convierte en participación en la obra misma de la salvación» y oportunidad de adelantar la llegada del Reino, así como de desarrollar las capacidades de las personas «poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión».
En esta perspectiva, el Primero de Mayo de 2021 las entidades eclesiales promotoras de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) nos recuerdan la importancia de la dignidad que debe dar el trabajo. No podemos permanecer indiferentes ante los desafíos de la calidad del empleo, los altos niveles de desempleo, la pobreza laboral, las redes de protección social, los salarios, la seguridad y la salud laboral, la participación de los trabajadores en las empresas, el descanso… En definitiva, a los miembros de la Iglesia nos ha de inquietar la consecución de todo lo que configura el concepto de un trabajo decente que da dignidad.
¿No nos sentimos interpelados y movilizados por la situación de precariedad que sufren tantas personas en su trabajo, incrementada por la pandemia de la COVID-19? Tengamos presente que las carencias se han agudizado y hemos de seguir buscando entre todos, con mayor empeño si cabe, unas condiciones laborales dignas y justas para todos.
Nos convendría hacer un ejercicio de empatía y compasión, conducidos por la caridad en la verdad, sintiéndonos víctimas con las víctimas de la precariedad laboral. De este modo, practicaremos esa solidaridad que nos permite pensar y actuar en términos de hermanos que se ayudan, en términos de comunidad, dando prioridad al bien común frente a la apropiación egoísta de los bienes por parte de algunos. Todo ello con el fin de luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, como afirma el papa Francisco en Fratelli tutti (cf FT 116). Ojalá seamos capaces de soñar y hacer realidad un mundo justo, asegurando un trabajo decente para todos, además de una tierra y un techo en los que habitar (cf FT 127). El trabajo forma parte del misterio salvífico de la creación, de suerte que resulta deber indiscutible de los cristianos el empeño por una vida digna a través de un trabajo decente (cf LS 128).
Trabajo y dignidad se convierten en un binomio imprescindible que destierra la indiferencia y se asienta en la fraternidad y la solidaridad. Pidamos a Jesús Divino obrero, por intercesión de san José Padre trabajador, que encontremos caminos por los que todos los seres humanos en edad y con salud laboral, tengan un trabajo decente que les otorgue una justa y merecida dignidad.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León