«San José era un carpintero que trabajaba honestamente»
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León
Hermanos, hermanas. El Señor hace prósperas las obras de nuestras manos. Esta convicción es la que nos lleva a realizar nuestra misión aquí con toda el alma, sirviendo al Señor, teniendo el corazón lleno de amor, por encima de todo; lleno también de paz y de gratitud.
Jesús, Divino Obrero, el Salvador «creció en un hogar de sencillos trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan» (EG 197). Debemos recordar con admiración que «San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo» (Patris corde 6).
Custodiado por este Padre trabajador, el hijo del carpintero crece en sabiduría y en gracia delante de Dios y de los hombres y es capaz de realizar milagros porque el Espíritu del Señor está con Él para liberar a todos del mal.
En esta festividad de san José Obrero, que evoca, por supuesto, a Jesús Divino Obrero, recordamos y reivindicamos el trabajo como participación en la obra misma de la salvación (cf Patris corde, 6, GS 34).
Por eso debemos tomar conciencia de la dignidad del trabajo, puesto que, como dice el papa Francisco en Evangelii gaudium, «en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida» (EG 192).
San José y Jesús, el hijo del carpintero, nos recuerdan que Dios no ha despreciado el trabajo. La pérdida del trabajo en estos tiempos, incrementada por la pandemia, debe hacernos revisar la importancia del trabajo, para que todos tengamos un trabajo lleno de dignidad.
Trabajo y dignidad se convierten en un binomio imprescindible que destierra la indiferencia y se asienta en la fraternidad y la solidaridad. Pidamos a Jesús Divino obrero, por intercesión de san José Obrero, Padre trabajador, que encontremos caminos por los que todos los seres humanos en edad y con salud laboral, tengan un trabajo decente que les otorgue una justa y merecida dignidad. La dignidad que Dios nos ha entregado por su Hijo. Amén.