✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León
¡Pentecostés! Explosión del Espíritu Santo que nos concede entender a todos el lenguaje del amor de Dios, lengua nativa común para todas las gentes porque toda la humanidad es objeto del amor divino.
¡Pentecostés! Comienzo de la vida de la Iglesia que el Espíritu Santo alienta y anima para dar a conocer a Dios Padre y acercarse a Él por medio de Jesucristo, rostro de su misericordia y amor.
¡Pentecostés! «Diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu» (1 Co 12,4). Diversidad y unidad, dos palabras que parecen contrapuestas, pero el apóstol ensambla porque el Espíritu Santo es la unidad que reúne a la diversidad para que soñemos juntos los sueños de Dios.
Humanidad, Iglesia y fraternidad cristiana y universal, realidades que el Espíritu Santo hoy remueve para que nos encaminemos hacia la plena unidad y comunión que necesita nuestro mundo.
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros ante este impulso de vida y esperanza que viene del Espíritu Santo? ¿Qué podéis hacer vosotros, que vais a recibir hoy el sacramento de la confirmación en un día tan señalado?
Sencilla y extraordinariamente, experimentar la presencia vivificadora, santificadora, sanadora, consoladora, pacificadora y amorosa del Espíritu Santo y dejarnos guiar por Él para caminar por Cristo y adquirir sus sentimientos de Hijo amado y hermano misericordioso. Los apóstoles eran gente como nosotros, distintos entre sí, e incluso más sencillos que nosotros y ellos se dejaron guiar por el Espíritu Santo con todas las consecuencias.
Quienes recibís hoy el sacramento de la confirmación y todos los hijos de la Iglesia tenemos motivos para ensanchar nuestro corazón con el agradecimiento por el don inmenso del Espíritu Santo, que nos habita y acompaña iluminando nuestra vida y restaurando lo que se va deteriorando, especialmente el amor cuando deja de parecerse al de Dios que hemos conocido y recibido.
Con este don, con esta fuerza, en este contexto histórico convulso, como casi siempre en la historia de la humanidad, tenemos la misión de anunciar la esperanza fundada en Jesucristo. Es la esperanza de la salvación, la esperanza de una nueva humanidad construida sobre la fraternidad universal.
Hermanos y hermanas, pidamos al Espíritu Santo que reavive su fuego en nosotros, que nos libre de las parálisis del egoísmo y el aislamiento, que nos ilumine para servir y hacer el bien con las palabras y los gestos del Evangelio de Jesús.
Espíritu Santo, tú que eres armonía, haznos artífices de paz y reconciliación; tú que te entregas, concédenos salir de nosotros mismos, amar y construir una sola familia universal de hermanos y hermanas. Una gran familia que sueñe unida los sueños de Dios. Amén. Amén.