Celebración de la Ordenación presbiteral de Charles Rolando Rolón Chaparro, cmf
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos hermanos, amigos y amigas; queridos misioneros claretianos. Tenemos hoy presentes aquí a la familia de Charles, en especial a sus padres y hermanos, a su comunidad de misioneros de Ferraz, de la Provincia de Santiago y de su Paraguay natal, así como al equipo médico y sanitario que viene cuidando a Charles desde hace meses.
Bien querido Charles. Las circunstancias que nos rodean a todos y las que tú has vivido particularmente nos hablan de un continuo cambio de planes. Una de las lecciones positivas que vamos aprendiendo en estos tiempos, es que se pone de relieve lo esencial de cada historia, plan y acontecimiento despojándolos de algunas cosas prescindibles, aunque también nos vemos privados de otras importantes. En medio de todo, el Señor ha estado grande con nosotros, le estamos agradecidos y estamos alegres.
El 2 de febrero de 2020, fiesta de la Presentación del Señor y Jornada Mundial de la Vida Consagrada, nos enviabas una carta-invitación para celebrar tu ordenación presbiteral el 28 de marzo, aniversario de boda de tus padres, y repetías la invitación para septiembre del año pasado, diciéndonos, con las palabras de Isaías, que el Espíritu del Señor estaba sobre ti porque te había ungido (cf Is 61,1). El 13 de junio de 2021 nos has enviado otra carta actualizando tu invitación para este 16 de julio, fiesta de Ntra. Sra. del Carmen y ciento setenta y dos aniversario de la Fundación de nuestra congregación misionera, una grande obra inspirada y guardada en el Corazón Inmaculado de María, Madre del Amor Hermoso. No pensabas escribir de nuevo, pero lo has hecho con palabras hermosas para compartirnos pausadamente cómo y con qué gusto amas tu vocación y crees en el Señor, crees en tu vocación y esperas en el Señor y esperas en tu vocación y amas al Señor.
Con los planes cambiados, con alegría por la superación de las serias dificultades de salud, gracias al Señor y a que tú no te has rendido, hoy celebramos esta cita del Espíritu en medio de una realidad limitada, como todo lo humano, pero rebosada por el amor y la gracia de Dios.
En este acontecimiento, es motivo de inmensa alegría saber que tus anhelos más profundos están modelados por la voluntad de Dios. Efectivamente, el Espíritu Santo está sobre ti, porque te ha ungido como a Jesús, como a Claret, como a nuestros hermanos mártires claretianos. Una unción que te impulsa a ir adelantando la ansiada, necesaria y bendita llegada del Reino de Dios. El día en el que a los pobres se les haga justicia y se proclame con plenitud la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos. El día en el que la gracia del Señor se derrame infinitamente inundando el tiempo y el espacio (cf Lc 4, 18-19).
En tus cartas-invitación haces memoria de tus pasos impulsado por el amor de tus padres que querían lo mejor para ti. Recuerdas tus decisiones remotas, reconociendo con humildad lo que te faltaba entonces por madurar, pero sintiendo que el Señor pronunciaba tu nombre muy temprano, aunque no supieras reconocer claramente su voz, como le ocurría al niño Samuel en el templo.
El entusiasmo juvenil de aquella época da fruto hoy en la pasión misionera y sacerdotal, acrisolada por la enfermedad, con la generosidad de dejar patria, familia y cultura siguiendo las huellas de Cristo en las de Claret. Aquí, lejos de tu tierra colorada, resuena con la fuerza de tu lengua materna, el guaraní, la impronta de tu ordenación presbiteral. Charles Rolando Rolón Chaparro, cmf, hoy te conviertes en “Pa’i pyahu” (nuevo padre).
Tu historia en Paraguay, en Bolivia y en España, en los meses de hospital, es historia de amor de Dios contigo y con su pueblo santo universal, el que vio nacer y alimentó tu vocación y el que ahora será destinatario de tu entrega sacerdotal desde la participación en el ministerio de los apóstoles con un estilo de vida evangélico y profético (cf CC 82) y con la misión de edificar la comunión hacia una nueva humanidad en Cristo por medio de la Palabra y de los Sacramentos.
Ungido sacerdote de Jesucristo, su discípulo misionero, serás enviado a apacentar con amor a su pueblo santo, anunciando la buena nueva. Adquiriendo los sentimientos del Hijo, como buen pastor y buen samaritano, llegarás a los enfermos —en cuyo lugar sabrás ponerte de manera especial— y a quienes, por cualquier motivo, están marginados, como dicen nuestras constituciones (cf CC 84). Ellos te están esperando porque necesitan al Señor; necesitan su amor y su misericordia.
Misionero claretiano presbítero, pide y conserva un corazón de pastor, que se forje y renueve en la fragua del Corazón materno de María. Un corazón como el de Claret, que «procure salvar a todo el mundo» con paciencia, sabiendo esperar; que tenga por norma suprema el amor de Dios; que se mantenga humilde; que conserve la paz; que sea más proclive a dar que a recibir; que no contamine la palabra de Dios; que se vista con entrañas paternales de misericordia, uniendo a la caridad de padre la pericia de médico, como dice bella y certeramente nuestro Fundador.
Que el agradecimiento, el asombro y la admiración de tu ordenación presbiteral permanezcan cada día de tu vida misionera claretiana sacerdotal con este canto esperanzado que nos invitas a cantar contigo: «‘Oh Dios, crea en mí un corazón puro. Renuévame por dentro con espíritu firme’. Señor, renueva en mi corazón el espíritu de santidad».
Charles, hoy decimos gozosos contigo: muchas gracias, “¡Aguyje!”