Sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13-16)
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas, “es la hora de todos”. Todos somos la sal de la tierra y la luz del mundo. Que la sal no se vuelva sosa; que la luz no se apague ni oculte.
Demos gracias cada uno por la vocación y por los dones y ministerios que hemos recibido. Nos complementamos laicos, consagrados y clérigos. Y cada uno puede y debe ser sal y luz en su vida, entre quienes vive, trabaja y se encuentra, con su vocación y con su compromiso de misión.
En el comienzo del camino sinodal —somos peregrinos, siempre en camino y caminamos juntos en la misma dirección—el Papa Francisco ha elegido tres verbos (encontrar, escuchar y discernir) que impulsan las tres expresiones teológicas del lema sinodal: comunión, participación y misión.
Encontrar.- El encuentro con Jesús es siempre transformador. Nos cambia, nos hace crecer en plenitud y saca lo mejor de nosotros mismos. El encuentro con los demás, con los hermanos ha de ser también renovador, siempre que sea valiente, abierto, fluido, deseado por todos.
Debemos aprender y hasta ser expertos en el arte del encuentro. El encuentro que nos permite conocernos y querernos es el que aviva la comunión, desde la adoración y la oración, recordando que el Señor y su Espíritu están en cada uno y en medio de nosotros. Encontrándonos en comunión podemos descubrir qué nos pide el Espíritu Santo.
Escuchar.- Ese encuentro de comunión nace y crece con la escucha. Escucharnos como miembros del Pueblo de Dios. Escuchar a quienes, alejados, no creyentes o miembros de otras confesiones y religiones quieran hablarnos por el bien de la Iglesia. Esa escucha de corazón abierto debe hacer realidad la participación corresponsable de todos los bautizados, porque todos tenemos algo que decir y escuchar, en una participación amplia y rica atenta al Espíritu Santo que nos habla a través de las mediaciones humanas. Escucha sincera y participación corresponsable.
Discernir.- El encuentro y la escucha abren procesos de discernimiento que producen cambios necesarios. El camino sinodal es un proceso de discernimiento que nos transforma iluminando la misión que hemos de desarrollar con la guía del Espíritu Santo que habla a las Iglesias.
Encuentro para la comunión, escucha para la participación, discernimiento para la misión. «Que nadie se quede al margen. Todos tenemos la palabra y un puesto en el banquete del Señor». Que cada uno de nosotros sea en su vida sal y luz, conscientes de que seremos más sal de la tierra y más luz del mundo caminando juntos y unidos en este tiempo de gracia y esperanza, en esta «hora de todos».
Amén.