2021 abril – Testigos del Resucitado

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León

María Magdalena, Pedro y Juan nos invitan a descubrir al Resucitado, del que da testimonio Pedro en los Hechos de los Apóstoles: «Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10,38).

María Magdalena, Pedro y Juan van descubriendo la resurrección hasta que se encuentran con el Resucitado, cada uno desde su relación con el Señor. A ellos, como a los demás discípulos, los acompaña la pena y el desaliento por los trágicos acontecimientos ocurridos en Jerusalén.

Es posible imaginar sus sentimientos. Cuando nos suceden en la vida hechos dolorosos, pérdidas irreparables, nos sentimos como los discípulos de Jesús después de su pasión y muerte. Esas situaciones que se han incrementado en número desde que comenzó la pandemia, hieren profundamente nuestro amor y nuestra esperanza y llegamos a vivir en oscuridad, noche y tiniebla, temor, miseria y debilidad. Así vivían los discípulos aquellas horas.

Pero la resurrección de Jesús trae un cambio profundo en la relación de sus discípulos con Él. Está expresado en el final del texto del evangelio de Juan que hemos proclamado hoy: «Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos» (Jn 20,9).

El cambio se produce de madrugada, cuando todavía estaba oscuro. Momento del día que presagia cambios importantes: la noche se aleja, el horizonte clarea, las cosas van tomando forma para la vista humana. El encuentro con el Resucitado será como la salida del sol, que todo lo ilumina.

Por eso, esta mañana, recordando el valiente camino que recorren María Magdalena, Pedro y Juan y que recorrerán después el resto de los discípulos, nosotros, también discípulos de Jesús, estamos convocados a salir de nuestras postraciones, tristezas y desalientos, sea cual sea su causa. Cristo resucitado cura las heridas de nuestra vida. Acerquémonos a Él, encontrémonos con el Resucitado, para comprender que su victoria sobre la muerte es nuestra victoria. Dejemos que su luz ilumine los rincones sombríos de nuestro corazón. Miremos sus llagas para entender que las nuestras, aunque dejen marca, están cicatrizadas.

Vivamos la fuerza de la resurrección, vivamos la experiencia de que ha resucitado el Señor, y en consecuencia ha resucitado de veras mi amor y mi esperanza. En vivir de esa manera consiste buscar los bienes de allá arriba. Vivir de esa manera es vivir en cristiano, como discípulos del Señor, es ser testigos de la luz que todo lo ilumina, ser testigos del Resucitado. Que así sea.