2021 abril – Testigos de su Amor

MISA DE LA CENA DEL SEÑOR

✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León

Celebramos hoy el amor en la Eucaristía, la fraternidad y el servicio y la unción sacerdotal. Pocas palabras caben ante dones tan inmensos y hermosos, que nos llevan a dar testimonio del amor más grande.

El Señor no nos abandona nunca y somos testigos de su presencia permanente, porque sabemos y experimentamos que Cristo vivo está dentro de nosotros. Cabe mucha admiración ante el misterio de los frutos de la tierra, de la vid y del trabajo del hombre que se funden haciéndose uno con quien come el pan y bebe el cáliz del Señor Jesús.

El Maestro nos enseña a servir a todos sin distinción, toalla y jofaina en mano, arrodillados ante los hermanos, doblemente inclinados ante quienes más sufren en estos momentos y ante quienes luchan con más riesgo de sus vidas. Nunca haremos lo suficiente por nuestros hermanos, tantos como nos necesitan. Eso sí, debemos querer ver.

Hemos de estar atentos y mirar para descubrir a los apaleados al borde del camino, a las víctimas de cualquier situación de nuestro mundo. El amor fraterno no permite caminar a ciegas y nos mantendrá despiertos hasta el fin de los tiempos.

Pero también el Maestro nos indica un signo de humildad: dejar que Él nos sirva, percibir y acoger su amor infinito. Es un compromiso que nos convierte en servidores como Él, Hijo del Altísimo que no hace alarde de su categoría de Dios, al contrario.

Junto a la institución de la Eucaristía y la celebración del amor fraterno y servicial, hoy celebramos el sacerdocio ministerial. Recordamos a todos los ungidos y enviados a servir. Los sacerdotes que se sacrifican por el santo pueblo fiel de Dios; que entregan su vida para que todos tengan vida, como Jesús. Los sacerdotes que siguen al lado de los más indefensos, junto a los demás héroes de la pandemia y de todas las adversidades de la humanidad entera. Sacerdotes cercanos, sacerdotes buenos, valientes y santos, como también pecadores que piden perdón y perdonan, convirtiéndose en difusores de la misericordia de Dios que cura heridas y hace crecer el amor fraterno.

Hermanos, hermanas, estamos llamados a ser testigos del amor más grande. El amor que se derrama en el pan y el vino de la Eucaristía, el amor que crece con la actitud de lavatorio y llega a hacernos hermanos de los más frágiles de nuestro mundo. El amor que se prodiga en las manos sacerdotales.

Demos gracias a Dios por el amor que ha derramado en nuestros corazones y seamos testigos de su amor, para dar esperanza y ánimo de vivir a quien se encuentra triste, desconsolado y necesitado. Hagamos vida cristiana el amor. Amén.