Queridos hermanos y hermanas:
De nuevo, ¡feliz Pascua de Resurrección! No nos cansemos de manifestar la alegría pascual.
Los encuentros de los discípulos con el Resucitado nos muestran que estamos en un tiempo de preguntas relevantes y descubrimientos sorprendentes. En este marco, el próximo 25 de abril, cuarto domingo de Pascua, celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Vocaciones Nativas. En España estamos invitados a celebrarla por la Comisión episcopal para el clero y los seminarios, Obras misionales pontificias (OMP), Conferencia de religiosos (CONFER) y Conferencia de institutos seculares (CEDIS) con el lema: «¿Para quién soy yo?». Es una pregunta que dirige el papa Francisco a los jóvenes en la exhortación apostólica Christus vivit con el fin de que cada uno se haga consciente y pueda responder al camino de entrega a Dios y a los hermanos que el Evangelio propone como sentido y gozo de la existencia.
Escuchar con apertura de corazón y responder a la llamada de Dios constituye una dicha para los discípulos misioneros de Jesús. Francisco afirma que cada uno es una misión en esta tierra; que hemos sido llamados a la existencia en clave misionera y que, por tanto, debemos reconocernos bajo el horizonte de la misión. Esto es lo que nos permite iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar y, en consecuencia, ser con los demás y para los demás (cf. EG 273). Los encuentros pascuales con el Resucitado representan momentos de gracia en que se experimenta el gozo de la vocación y se descubre cómo ser concretamente misión de luz, bendición, vida y sanación para quien lo necesite.
Así pues, estamos vocacionados y somos misioneros. Responder a la vocación laical, matrimonial, diaconal, presbiteral o de vida consagrada nos introduce en la misión de Dios, que es siempre una misión comunitaria. Cada uno «es misión», pero no aisladamente, sino en comunidad evangelizadora; por consiguiente, yo «soy misión» cuando todos «somos misión». Cuando separamos la misión de la propia vida y buscamos un reconocimiento particular en ella, nos apartamos de nuestra pertenencia al pueblo de Dios y, por ende, de la misión misma (cf. EG 273). La alegría del Evangelio ha de encarnarse en una comunidad de discípulos misioneros, tal y como se expresa en el gozo misionero que experimentan los setenta y dos discípulos cuando regresan de la misión (cf. Lc 10,17), habiendo desplegado en fraternidad la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo y más allá (cf. EG 21).
En esta Pascua de Resurrección, juntos en la misma barca, se nos ofrece una vez más la oportunidad de actualizar o descubrir nuestra vocación personal, reconociendo que somos misión comunitaria. Como afirma el papa san Pablo VI, quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, se reúnen en el nombre de Jesús para buscar juntos el reino, construirlo y vivirlo, de suerte que constituyen una comunidad fraterna que es a la vez evangelizadora. Aquellos que ya han recibido la Buena Nueva y están reunidos en la comunidad de la salvación, pueden y deben comunicarla y difundirla (cf. EN 13).
Felicidades por descubrir que tú eres una misión y todos somos misión, comunidad evangelizadora de discípulos misioneros del Resucitado.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León