2021 abril – A los misioneros y misioneras de la iglesia particular de León

Que anuncian al resucitado por el mundo entero.

Queridos hermanos y hermanas:

¡Feliz Pascua de Resurrección! En la octava de Pascua os dirijo un primer saludo conjunto a quienes sois testigos del Resucitado en tantos lugares del mundo, partiendo de esta tierra que os vio nacer, en la Iglesia en la que recibisteis los dones preciosos de la fe y la vocación.

Ante todo, confío que vosotros y vuestras respectivas comunidades estéis afrontando con esperanza cristiana la pandemia de la COVID-19 y los males de todo tipo que se presenten en los lugares de misión en los que os encontráis. Vuestro testimonio siempre es un aliciente para nosotros, sobre todo ahora que tenemos la tarea de constituirnos en estado permanente de misión aquí como en el resto de las regiones de la tierra (cf. EG 25).

Os expreso mi mayor admiración y reconocimiento por vuestra vida misionera entregada, la cual es motivo de acción de gracias y de alegría para la diócesis de León y acrecienta el gozo de este tiempo pascual.

Sabiéndonos en comunión de vida y misión, os deseo la vivencia de una Pascua de fraternidad con la fuerza del diálogo intercultural que brota del evangelio de Jesucristo que anunciáis en cada pueblo con su lengua y cultura.

En la publicación «Iglesia en León» de esta primera quincena de abril, recuerdo, como nos ha dicho el papa Francisco, que necesitamos ir juntos en la misma barca. En este sentido, la Pascua de fraternidad a la que estamos invitados, es fruto de la Pascua de Cristo que venció el pecado que separa al hombre de Dios y de sus hermanos. Por eso, la savia nueva de la Pascua abate los muros y teje una red fraternal, como ocurrió con los primeros cristianos, que nos une siempre.

La Pascua de Cristo es un estallido vital de diálogo y de encuentro, de anuncio y esperanza, de gozo y de futuro. Esa es vuestra misión y vuestra vida entregada a Dios y a la humanidad traspasando fronteras, camino de la fraternidad universal.

Recibid el calor de nuestra oración y nuestro afecto en Cristo misionero del Padre. Oramos también por vuestros familiares, vivos y difuntos, y las porciones del santo pueblo fiel de Dios que acompañáis y os pido que sigáis orando por esta Iglesia que peregrina en León. Cuando vengáis, aquí tenéis vuestra casa.

Quedo a vuestra disposición. Contáis con mi afecto y mi bendición.

 Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León