Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 12-II-2023)
Jesús proclama hoy la nueva ley. No suprime la que Dios había dado a su pueblo por medio de Moisés para que alcanzara su plena libertad. La mantiene y la interpreta en el sentido personal, hondo y espiritual propio de los mejores sabios de Israel (Eclo 15,15-20) y no en el material, legalista o puramente ritual de letrados y fariseos, que se quedaban en las apariencias (Mt 5,17-37). Llevó a plenitud los antiguos mandamientos que siguen siendo los nuestros, ya no como yugo o carga opresiva sino como caminos y cauces de libertad. La fe y la fidelidad auténticas sólo pueden nacer en un corazón libre. La novedad de Cristo no está en saltarse la ley. Lo que busca es una interiorización sincera y comprometida de su cumplimiento. Por eso los cristianos no somos esclavos de la norma, sino hombres libres, dispuestos a vivir de corazón la voluntad de Dios, fuente de vida y felicidad, de dicha y recompensa. El éxito en la vida cristiana (la salvación como felicidad presente y futura) está en escoger lo mejor. A la hora de elegir, el seguidor de Jesús no debe conformarse con el cumplimiento (cumplo y miento) de la Ley. Jesús recomienda pasar del «habéis oído que se dijo» hasta el «pero yo os digo…» Toca escoger entre dos caminos: el inmaduro de la ley, que racanea las buenas obras y se para en el límite del pecado, o el camino de la libertad madura, que nos sitúa ante nosotros mismos, nos ilusiona y quiere llevarnos a la cima de la santidad. El sermón del monte es un proyecto de vida para valientes que, como Jesús, se preguntan: ¿cuál es la voluntad de Dios con respecto a mi matrimonio, mi familia, mi trabajo, mis diversiones, mi relación con las personas, mi futuro…, toda mi vida? ¿Cómo vivir todas estas realidades felizmente y sin engaños? Para hallar la respuesta adecuada hay que impregnarse del espíritu de las bienaventuranzas del Reino. Hasta la cima de la perfección de la que se habla en ellas nos quiere llevar Jesús. Si nosotros queremos.