Liturgia Dominical – «LO QUE HACÉIS CON UNO DE ESTOS, LO HACÉIS CONMIGO»

Mons. José Manuel del Río Carrasco – (Diario de León, 01/06/2024)

En esta solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia expresa su fe y su piedad para con el Señor. Su origen es claro. Se la llamó “la Fiesta Nueva”, fue en el siglo XIII. Algunos, en el mismo seno de la Iglesia, habían puesto en duda la presencia de Jesucristo bajo las especies sacramentales. La reacción fue una manifestación de fe universal. Hubo, al mismo tiempo, personas piadosas –dos mujeres en especial- que pidieron a unos y otros que se estableciera una fiesta.

La Iglesia cree que, en la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, muerto y resucitado por todos los hombres, se hacen presentes de manera verdadera, real y sustancial. Después de la consagración, es decir, de la acción sagrada y sacramental, bajo las apariencias de pan y vino, permanece presente el mismo Señor, que ha muerto, ha resucitado y subido al cielo, para la salvación de todos los hombres.

La Eucaristía es, así, el recuerdo vivo de la obra salvadora. Pues bien, ese acontecimiento salvador se nos hace presente en el sacramento, para que todos nosotros podamos tomar parte en él y aprovecharnos de su obra redentora. Esta presencia del Señor es, por tanto, una presencia salvífica. En la Eucaristía, Jesús sale al encuentro de todos y de cada uno de nosotros, y se nos entrega en comida y bebida. Para derramar en nosotros su gracia, para comunicarnos su Espíritu, para santificarnos y salvarnos. Como veis, la presencia no es, como dicen, estática, sino dinámica y activa.

Ahora bien, vosotros sabéis perfectamente, por las mismas palabras de Jesús, que, si uno quiere entregarse a él, esa entrega ha de realizarse en el hermano. “Lo que hacéis con uno de estos, lo hacéis conmigo”. Creemos que el Señor está ahí, en el sacramento. Nuestro gesto de entrega se ha de manifestar, de manera humana y real, en la persona de nuestro prójimo. En ese hermano está Jesús.