«Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros»

Queridos hermanos y hermanas:

¡Feliz Domingo del Buen Pastor! Ante todo, nos congratulamos por las ordenaciones presbiterales de Javier y Luis Alfredo, que han respondido a la llamada del Señor para servir como pastores misioneros.

Junto a la gratitud con que hoy pronunciamos sus nombres, la luz y la alegría pascuales nos llevan a pedir que otros muchos escuchen con generosidad la llamada de Dios, tal y como se nos regala a todos el cuarto domingo de Pascua, en el que recordamos al Buen Pastor y celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Vocaciones Nativas.

Jesucristo, el Buen Pastor, nos muestra con su vida y misión qué significa hacer la voluntad de Dios Padre. O, dicho de otro modo, Dios Padre nos revela cómo buscar y cumplir su voluntad siguiendo los pasos de Jesús, el Buen Pastor, como sus discípulos y misioneros. Así nos situamos ante Dios Padre providente, que quiere lo mejor para cada uno de sus hijos. Por tanto, su voluntad coincide con el bien para todos y cada uno, contando siempre con la aquiescencia humana. María de Nazaret es la imagen nítida de ese consentimiento que Dios pide y ella da cuando responde: ”Hágase en mí según tu Palabra”.

Todos los miembros de la Iglesia, en algún momento de nuestra vida, debemos atrevernos a escuchar a Dios en una clave vocacional concreta, para conocer cuál es su plan sobre nosotros, su propuesta, su llamada personal. Y todos deberíamos responder libremente a esa llamada, descubriéndola como un precioso don, como dice el papa Francisco, «para que podamos ser partícipes de su proyecto de amor y encarnar la belleza del Evangelio en los diversos estados de vida» (Mensaje para la 61ª Jornada Mundial de Oración por las vocaciones).

Motivados por el descubrimiento de ese precioso don, superemos cualquier tentación de pensar que Dios se ha olvidado de nosotros o solo se dirige a otros “mejores”. Del mismo modo, evitemos la tentación de imponer a Dios nuestra voluntad, sintiéndonos demasiado seguros de nosotros mismos y considerando que el Señor es un mero observador permisivo de elecciones particulares que llevan lejos del bien, la verdad, la bondad y, por supuesto, lejos del amor y la unidad con los hermanos. Confiemos en el Señor y dejémosle ser el “Dios de la vocación”, porque, como también dice el Papa en su mensaje, «escuchar la llamada es el modo más seguro que tenemos para alimentar el deseo de felicidad que llevamos dentro».

Todos somos discípulos y misioneros, pero cada uno tiene una historia y una senda única y original que estamos llamados a compartir, poniendo en común la rica diversidad en una no menos rica comunión, porque caminamos juntos escuchándonos mutuamente. Tengamos presente que quien camina a nuestro lado ha tenido la ocasión de responder como nosotros y decir al Señor: “Hágase tu voluntad”.

Miramos ya al Jubileo de 2025 como “peregrinos de esperanza”, dejándonos iluminar por la oración que «abre la puerta a la esperanza». Cada uno, escuchando y respondiendo a Dios en el diálogo más fructífero que podamos imaginar, oremos y trabajemos par ser hombres y mujeres de esperanza. Para hacer frente al sinsentido, a la falta de ganas de vivir, al desprecio por la vida humana y por la Creación, a las carencias que impiden una existencia humana digna, a las guerras y la violencia, a cualquier mal que causa sufrimiento y daño.

Sobran motivos para ser apasionados constructores del Reino de Cristo Resucitado que vamos extendiendo juntos, porque somos vocación, somos misión y somos esperanza; más, si cabe, en Tiempo de Pascua.

Con mi afecto y bendición.

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León