«Avanzamos juntos en el camino cuaresmal»

Queridos hermanos y hermanas:

Avanzamos juntos en el camino cuaresmal sabiendo a dónde vamos y con el deseo ardiente de pasar de cualquier muerte a la vida. Dios nos invita a mirar con sus ojos de amor y misericordia toda realidad de opresión, injusticia, engaño, violencia, catástrofe y desesperanza y nos invita a liberarnos de los áridos pedregales de este mundo para dirigirnos a las fértiles tierras que manan leche y miel de libertad, justicia, verdad, amor, esperanza y vida en abundancia.

Debería fortalecernos y consolarnos saber que Dios conoce profundamente nuestro sufrimiento y el de toda la humanidad, lo ha asumido por nuestra salvación, no deja de acercarse a nuestra postración y nos toma de la mano para emprender o reanudar el camino de la liberación y la dignidad de hijos amados.

Este cuidado que Dios tiene con nosotros nos apremia además a hacer lo mismo con nuestros hermanos y hermanas, comenzando por los más heridos, a quienes debemos amar como el Señor nos ha amado. Para suscitar este movimiento misericordioso de la mente, el corazón y las manos es preciso orar permaneciendo a solas con el Señor y abstenerse de beber en las fuentes de la desesperanza, de la idolatría y de la autorreferencialidad que ofuscan al ser humano.

El camino cuaresmal es camino sinodal, tal y como lo estamos redescubriendo en la Iglesia. La fuerza de la oración, el ayuno y la limosna de todos los bautizados ayuda a ver en cada hermano a un compañero de camino con el que sentirnos unidos y fortalecidos para alcanzar la meta de la Pascua, tierra prometida de liberación y vida nueva.

Pensemos cuántas personas estamos llamados a redescubrir como hermanos, a cuántos nos debemos acercar en esta senda cuaresmal hacia la Pascua. Fijémonos en los que nos llaman a una conversión más profunda, porque aún hay muros que nos alejan de ellos y necesitamos derribar.

Recapacitemos sobre nuestros regresos a antiguas esclavitudes o la caída en alguna nueva que precisamos abandonar. El Espíritu nos impulsa a un éxodo esperanzador guiados por el Señor que nos hace salir de cualquier lugar de esclavitud, como sacó de Egipto a los israelitas (cf. Ex 20,2).

Deseemos una conversión profunda que nos llene de vida y contribuya a hacer crecer en la humanidad una nueva esperanza que disipe las tinieblas de este mundo. Pidamos humildemente al Señor el don de convertirnos a su compasión y misericordia, para ser, como Él, lentos a la ira y ricos en clemencia (cf. Sal 103,8).

Continuemos este precioso camino hacia la Pascua iluminados por la luz de la Resurrección, que hace crecer la esperanza de la nueva humanidad que Jesucristo ha traído a la tierra. La que va alumbrándose poco a poco entre gemidos y gozos. Dejémonos llevar del Espíritu en esta Cuaresma para experimentar la Pascua de la Cruz a la Luz de Cristo que enciende cada corazón filial y fraternal.

Con mi afecto y bendición.

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León