Queridos hermanos y hermanas:
El día 2 de febrero celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Su ser y sus obras se refieren a toda la comunidad cristiana, puesto que «la vida consagrada está en el corazón mismo de la Iglesia como elemento decisivo para su misión, ya que “indica la naturaleza íntima de la vocación cristiana” y la aspiración de toda la Iglesia Esposa hacia la unión con el único Esposo» (Vita consecrata, n. 3). Naturaleza y aspiración que compartimos todos por el bautismo.
Así pues, celebramos esta Jornada cuantos caminamos como Pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de León. Lo hacemos alabando al Señor y agradeciéndole el precioso don de la vida consagrada que nos enriquece y alegra con tantos carismas y con el testimonio fructífero de tantas personas consagradas enteramente a la causa del reino de Dios. La alabanza y la gratitud suscitan un mayor deseo de conocimiento y estima de la vida consagrada que nos hace crecer a toda la Iglesia en comunión fraterna, en participación corresponsable y en misión evangelizadora y samaritana.
Con este horizonte, todos los que formamos el Pueblo de Dios en estas tierras celebramos las maravillas que Él realiza en los consagrados; descubrimos y admiramos la belleza que el Espíritu Santo ha derramado en esta forma de vida cristiana; tomamos conciencia de su única y original misión en medio de los bautizados y de todas las gentes de nuestro tiempo, con las inquietudes, los temores y las esperanzas que todos compartimos hoy.
Inspirados por el lema de este año, recordamos a los consagrados “Caminando juntos” entre ellos y con el resto de los miembros de la Iglesia. Queremos valorar cada vez más su testimonio de discípulos misioneros de Jesús que se configuran con Él por medio de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. Hombres y mujeres entregados al amor a Dios y a los hermanos en un solo golpe de corazón, sin exclusión ni acepción de personas. Hombres y mujeres libres de las posesiones materiales e inmateriales que esclavizan. Hombres y mujeres capaces de escuchar y discernir la voluntad de Dios en diálogo de hermanos o hermanas.
Creemos en el desafío y la grandeza de los consejos evangélicos y de los carismas fundacionales más allá de tiempos, costumbres, culturas y lugares. Apreciamos y agradecemos en el camino eclesial-sinodal la compañía de hombres y mujeres que caminan juntos en la búsqueda del rostro del Señor, en la escucha comunitaria de la Palabra de Dios —escucha del Espíritu y de los hermanos—, en la vida fraterna desde la que se busca la comunión con Dios, con los hermanos y con otros consagrados, con los laicos y con los pastores, con todos los que avanzamos unidos en la evangelización.
Con ocasión de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en medio de la senda sinodal que recorremos todo el Pueblo de Dios, alentamos a todas las personas consagradas a renovar su quintaesencia y su misión, reavivando así el fuego de entrega al Señor y a los hermanos. Y, al mismo tiempo, damos gracias a Dios por la riqueza de la Iglesia, embellecida por la vida consagrada, en este tiempo de gracia. Por todo ello, bien podemos atrevernos a parafrasear a san Juan Crisóstomo cuando dice «Sínodo es nombre de Iglesia», añadiendo: «Sínodo también es nombre de vida consagrada caminando juntos».
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León