Queridos hermanos y hermanas:
Os deseo un dichoso Adviento 2023 en el que se haga vida la Palabra de Dios que anuncia la Buena Noticia. La proclama el profeta Isaías llamándonos a caminar como pueblo unido a la luz del Señor (cf. Is 2,5) y la escuchamos en clave sinodal.
En un mundo en guerras, violencia y crispación, confiemos en la alegre esperanza de la venida del Salvador y sigamos persiguiendo el sueño de hacer de las espadas arados y de las lanzas podaderas. Oremos y trabajemos con el fin de que nadie se adiestre para la guerra y no levante la espada pueblo contra pueblo, ni hermano contra hermano (cf. Is 2,4).
En medio de las dificultades que conocemos y nos hacen zozobrar como a una barquilla en mitad del océano o experimentar la fragilidad del “pequeño rebaño”, celebrar la venida del Señor este año puede ayudarnos una vez más a disipar las tinieblas, a liberarnos del peso de la oscuridad, el vacío, el dolor, el llanto, la desesperanza. No hay rincón de esta tierra ni corazón humano que no pueda recibir la luz de Jesucristo, nuestro Salvador.
Preparémonos cada uno para acoger la grandeza inconmensurable del Niño Dios que se hace llanto de nuestro llanto, grito de nuestros gritos en cada corazón rasgado que no encuentra consuelo. El Señor nos devolverá, a su tiempo, la alegría de una vida nueva que da sentido a nuestra peregrinación terrena y convertirá en realidad el sueño de fabricar arados de las espadas y podaderas de las lanzas.
Venid, hermanos y hermanas, caminemos juntos a la luz del Señor y hagamos lo posible por no opacar su claridad pacificadora. Aprendamos a vivir en el calor acogedor del mediodía, aunque el frío de las noches del alma haya helado en algún momento el ritmo de nuestro palpitar; seguro que aún nos quedan latidos cálidos que apuntan a la eternidad. Descubramos la imagen del Salvador no solo contemplando los ojos del Niño en el Belén, sino también, y más aún, los de cada hombre y cada mujer donde se va modelando de nuevo el rostro humano del Salvador.
Que cada paso del Adviento sea para todos los bautizados, discípulos misioneros, una determinada determinación de hacer crecer la esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Caminando como pueblo de Dios a la luz del Salvador, que nace de María Virgen, podremos llegar a las puertas de la Navidad con un corazón deseoso de reconocerle y unos brazos abiertos dispuestos a acogerle.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León