Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 22-I-2023)
La Escritura recoge muchas historias de vocación: Abraham, Moisés, Samuel, Isaías, María de Nazaret, primeros discípulos de Jesús, Pablo… ¿Por qué se da tanta importancia a ese momento de la llamada? Sencillamente porque marca el comienzo de algo importante, de un encuentro que cambia radicalmente la vida. Nadie echa en el olvido el tiempo, el lugar y las circunstancias que marcaron el inicio de una amistad, el punto de arranque de una vida nueva, el instante en que se encontró con la persona a la que ama y con la que decidió compartir su vida… Son momentos inolvidables. El Verbo de Dios hecho carne sigue queriendo acercarse a todos como luz que ilumina y orienta nuestros pasos. Se hace el encontradizo y nos abre el entendimiento para que su Palabra apasione nuestros corazones y nos impulse a anunciar la alegre noticia del amor de Dios. Jesús nos llama hoy a ir más allá, a ser «pescadores de hombres», a dejar lo nuestro e ir a los demás, a seguirle por la «Galilea de los gentiles» a tiempo parcial o con dedicación plena. Él dejó Nazaret; Simón y Andrés dejaron las redes y Santiago y Juan a su padre Zebedeo y la barca. Nosotros tendremos que dejar otras cosas, comenzando, tal vez, por la comodidad de un cristianismo sin garra y sin fuerza. Hoy la «Galilea de los gentiles» son los alejados de las prácticas religiosas, el mundo de los marginados, la sociedad gentil de la competitividad y del consumo, las estructuras de poder y de riqueza. En el templo nos reunimos la comunidad de discípulos con cierta frecuencia, pero nuestra vida se desarrolla, por suerte y gracia de Dios, en la «tierra de Zabulón y de Neftalí, Galilea de los gentiles». Ahí es donde debemos anunciar el Evangelio para que brille la luz de la verdad, de la justicia y de la solidaridad; y curar enfermedades y dolencias (Mt 4,12-23). Todo pescador, apóstol del Reino, hará como Jesús: caminará por los caminos del mundo y se presentará en las plazas, proclamará las buenas noticias de Dios y cuidará de los afligidos y enfermos, hará visible la ternura del Padre para cada uno de sus hijos. Dios te está hablando, gritando, ¿no le oyes? Te está diciendo: “¡ven!”.