D. Jesús Miguel Martín Ortega – (Diario de León, 19/10/2024)
Un signo de decadencia del cristianismo en el contexto cultural de occidente es el mimetismo: la vida de los seguidores de Cristo apenas se diferencia de sus conciudadanos que han abandonado la fe.
Esta realidad no es nueva; al contrario: cada generación de cristianos ha tenido que esforzarse por vivir las exigencias del evangelio, desmarcándose de los valores dominantes de su tiempo. Tal exigencia la encontramos de forma explícita en labios de Jesús, en el relato evangélico que se proclamará el próximo domingo. La ocasión surge de la petición que dos discípulos le hacen al Maestro: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Como era de esperar, los demás discípulos se indignaron ante aquella petición. Estaba claro que los discípulos, como la sociedad en general, estaban en la dinámica de las ambiciones, del sobresalir por encima de los demás, de buscar egoístamente privilegios de manos del Señor.
La respuesta de Jesús es contundente: No será así entre vosotros. Ante un mundo que separa a los poderosos de los humildes, que favorece a los grandes y oprime a los pequeños, que llena de privilegios a algunos pocos y descarta a la inmensa mayoría arrojándola en la más absoluta miseria, el Señor establece que eso no puede ser, y menos entre sus discípulos. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Lo sabemos bien en teoría, pero cuánto nos cuesta vivir esta diferencia esencial.
No pensemos que este modo de actuar, tan novedoso, que nos separa radicalmente de la tendencia natural y egoísta de todos los tiempos, no se justifica por una mera arbitrariedad del Maestro. Lo justifica en su mismo proceder, que no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos. Por eso, vivir desde el servicio a los demás, desviviéndose por las personas, al estilo de Jesús, marca el nivel de nuestro cristianismo.