Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 11-XI-23)
No es precisamente quien tiene un coeficiente intelectual alto y es capaz de acumular y procesar muchos datos en su mente. Si así fuese, cualquier computador de hoy sería más sabio que el ser humano, porque nadie es capaz de almacenar y cruzar datos con tanta precisión como lo hace un chip informático. Para ser sabio no basta saber cosas, hay que conocer y vivir la propia vida en libertad y de forma gratificante. Y eso no puede dárnoslo resuelto ninguna computadora. La sabiduría auténtica no se adquiere por la dedicación al estudio ni la acumulación de títulos académicos, sino por la disposición del corazón. Forma parte de lo “indescifrable” (el misterio) de la persona. «Radiante e inmarcesible es la sabiduría…» Requiere vaciarse de saberes aprendidos porque «ella misma va de un lado a otro buscando a los que son dignos de ella; los aborda benigna por los caminos y les sale al encuentro en cada pensamiento». «Meditar sobre ella es prudencia consumada y quien vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones» (primera lectura: Sab 6,12-16). Según esto, una de las actitudes cristianas más importantes relacionadas con la sabiduría es la vigilancia; y de ello nos habla la parábola de las diez vírgenes del evangelio de este domingo (Mt 25,1-13). La vigilancia es la virtud de los que esperan, y también de los sabios. ¡Estemos alerta! Que nada acabe devorando la sabiduría que hemos adquirido en la cercanía de Jesús y en la escucha de su mensaje. La necedad consiste en dormirnos, en dejar que se consuma el aceite de la fe y del amor como le ha ocurrido a buena parte de nuestras sociedades occidentales. Mantengámonos firmes y alcanzaremos el premio; se colmarán todas nuestras esperanzas. Si estamos vigilantes y somos fieles no sólo adquiriremos la sabiduría necesaria para vivir con gozo el día a día de nuestra vida, sino que, además, nos estaremos garantizando el triunfo definitivo, cuando el Señor nos lleve con él en la resurrección (segunda lectura: 1Tes 4,13-18). Entraremos entonces en el banquete de bodas preparado para los que esperan al Esposo con sus lámparas encendidas.