Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 23-XII-2023)
Dios cuenta con los hombres para la realización de sus designios; pero sus caminos no son los nuestros. Por más que intentamos señalar limites a su libertad, él siempre nos sorprende y desconcierta. Leemos en la primera lectura de este cuarto domingo de Adviento cómo al rey David se le prometió que iba a tener una dinastía eterna y que de su descendencia iba a salir el Mesías Salvador (cf. 2Sam 7,1-5.8b-12.14a.16). Por eso, las palabras del ángel a María anuncian el cumplimiento de esa promesa: a tu hijo Jesús, Dios «le dará el trono de David su padre; reinará sobre la casa Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (cf. Lc 1,26-38). Esta noticia tiene un sentido entrañable para nosotros en vísperas de la Navidad. Jesucristo ha nacido de una familia humana. No ha venido a nuestro mundo como un ángel, ni como un ser extraño. El Mesías ha querido tener raíces familiares concretas, nombre y apellidos. María y José son los eslabones más próximos de una cadena que hace que el Señor sea hermano nuestro, arraigado en un pueblo, en una historia. Ese ha sido el plan de Dios. El plan que había estado escondido durante siglos y que se ha revelado de una vez por todas en Cristo Jesús: que Dios quiere la salvación de todos los pueblos sin distinción. Que todas las naciones de la tierra están llamadas a la fe (cf. Rom 16,25-27). Así, el hijo de María es a la vez hijo de David, o sea, miembro de la humanidad, e Hijo de Dios, el Salvador que Dios envía a todos. Esa es la Buena Noticia que nos llena de alegría hoy a todos.
Sin embargo, muchos no saben exactamente qué celebran en la Navidad. Harán fiesta y se regalarán cosas; serán “oficialmente” felices. Pero no saben ni valoran lo que celebran. Los cristianos nos disponemos a celebrar una Navidad a nivel de fe, más profunda. Creemos en el anuncio que a todos se nos ha hecho: que Dios quiere salvarnos y nos envía a su Hijo. Y con las mismas actitudes que vemos en la Virgen María: confianza en Dios, humilde agradecimiento, total apertura a su voluntad, alegría por el nacimiento del Salvador, celebramos este acontecimiento. ¡Feliz Navidad para todos!