D. Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 15/02/2025)
Hemos oído muchas veces que el Reino de los cielos es de los pobres, sufridos, humillados, perseguidos… y que las Bienaventuranzas son la «carta magna» del cristianismo. Sin embargo nuestra vida, y por tanto nuestra filosofía de la misma, no suele coincidir con esto. No se acepta como felicidad la pobreza, la humillación, la persecución… Realmente choca el espíritu mundano con el espíritu de las Bienaventuranzas. Por eso, se requiere recurrir a la Palabra de Dios para que ilumine nuestros criterios y proyecto de vida. La gran verdad de los textos de este domingo es que Dios respeta la libertad del hombre y por eso le ofrece dos posibilidades: ser feliz o ser desgraciado, libertad para escoger el bien o el mal, con la consiguiente responsabilidad de sus actos (cf. Jer 17,5-8; Sal 1). El camino de las Bienaventuranzas es de felicidad. Jesús, rompiendo los esquemas humanos, proclama dichosos a los pobres, a los que tienen hambre, a los que lloran, a los perseguidos por ser fieles al mensaje evangélico y reprueba públicamente el comportamiento de los ricos, que sólo piensan en sus intereses; de los saciados, que derrochan vilmente sus bienes sin acordarse de compartir; de los “vividores”, que viven sólo para el propio placer; de los aduladores, que hablan bien de la gente por puro interés personal (cf. Lc 6,17.20-26). Jesús ha invertido la escala de valores. Tiene una mirada que no casa con lo que al mundo le parece más correcto. Con su apuesta radical revela la nueva ética del Reino de Dios. Esto supone para nosotros, sus discípulos, conversión, cambio de mentalidad, un corazón nuevo y un espíritu nuevo, seguimiento de Cristo con renuncia al egoísmo, a la idolatría del dinero, a instalarse en el olvido de Dios, a llevar una vida vulgar. Misión ardua porque nuestro sistema vital de seguridad está tan arraigado que es difícil creer que en ese desprendimiento radical resida la felicidad. Si nada cambia es porque nosotros, los discípulos de Jesús, no nos apropiamos del espíritu de las Bienaventuranzas.