Liturgia Dominical – ESCUCHADLO

Jesús Miguel Martín Ortega – (Diario de León, 05-VIII-2023)

Todos percibimos que hay diferencia entre oír y escuchar. Si recurrimos al diccionario de la Real Academia Española, se especifica que escuchar significa “prestar atención a lo que se oye”. Sin embargo, oír se define como “percibir con el oído los sonidos”. Efectivamente, escuchar implica un plus respecto al oír: hay que prestar atención. En nuestra vida actual, es muy posible que estemos sobrestimulados en nuestros sentidos pero prestamos poca atención a los datos sensibles que percibimos. Las solas sensaciones nos hacen vivir extrovertidos. Prestar atención supone seleccionar entre sensaciones para centrarse en una de ellas, para valorar, interpretar, interiorizar.

El evangelio que se proclamará en la fiesta de la Transfiguración del Señor o del Salvador, recoge la experiencia vivida en el monte Tabor. Se trata de una experiencia singular, de orden espiritual, en la que tiene lugar una teofanía o manifestación de Dios. Nada tiene que ver con la superstición que busca doblegar la voluntad de Dios en beneficio propio. Al contrario, en esta experiencia es el ser humano el que se somete a la voluntad de Dios.

Además de mostrarse Jesús transfigurado, en el esplendor de su gloria, se oyó una voz que decía desde la nube: Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo. Esta frase pone de relieve, por una parte, que Jesús es el Hijo de Dios, y por tanto, es incomparable con cualquier otro ser humano. En esta singularidad se apoya el mandato: Escuchadlo. Oímos muchas palabras; estamos saturados de palabras, tantas veces falaces, engañosas, vacías, incluso contradictorias. Actualmente se lleva, en el plano religioso, el sincretismo: la fe de supermercado. Todo es lo mismo ¿qué más da lo que dice Buda, o Mahoma o Jesucristo? Es lo mismo. ¡Pues no es lo mismo! Vivir la experiencia del Tabor es reconocer que hay que prestar atención en las palabras de aquel que no tiene parangón; y es el Hijo de Dios, el Salvador.