Jesús Miguel Martín Ortega – (Diario de León, 15-VII-2023)
Esta expresión en el estudio literario de los textos evangélicos tiene un valor enfático. Pero también añade una significación literal. Cuando más abunda la palabra como vehículo de comunicación, sostenida por la multitud de medios de comunicación y de redes sociales, resulta que más casos encontramos, al menos en cultura occidental, de incomunicación y aislamiento. No queda demasiado lejos en el tiempo la firmeza de la palabra dada: con un apretón de manos se cerraba un acuerdo aunque minutos después surgiera la oportunidad de otro más ventajoso. Es verdad, por otra parte, que la propia fisonomía humana sugiere hablar la mitad de lo que se escucha.
Jesús de Nazaret expresa su mensaje de salvación a través de parábolas. Aquellas pequeñas historias de la vida cotidiana cautivaban a la gente sencilla e iban transformando a los que habían decidido seguirle. Los evangelios han conservado cerca de cuarenta parábolas. En la intención del evangelista Mateo está dejar sentado que aquella proliferación de parábolas en boca del Maestro era una verdadera siembra de la Palabra de Dios en el corazón de cuantos le escuchaban.
Una pregunta centra la preocupación de los discípulos: ¿Por qué les hablas en parábolas? La respuesta del Jesús subraya la importancia de la revelación: A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. La fe no se adquiere por mero esfuerzo intelectual; camino emprendido por muchos y han fracasado. La fe es don de Dios que necesita acogida y respuesta por parte del ser humano. La parábola es una sutil llamada al corazón que nunca impone o fuerza; al contrario, respeta la libertad de quien puede abrir la puerta o mantenerla cerrada. Añade Jesús: Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír y entender. Si uno permanece impermeable ante la siembra de Dios se expone al fracaso de sus sentidos, a la incomprensión de la verdad y a una vida infecunda.