Liturgia Dominical – EL CAMINO DE LA ALEGRÍA

D. Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 14/12/2024)

El domingo tercero de Adviento es conocido como domingo de la alegría: «El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta (Sof 3,17-18a), «Gritad jubilosos, habitantes de Sion, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel» (Is 12,6), «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4,4). Estos textos escogidos de entre los ofrecidos por la liturgia de este domingo ponen de manifiesto que lo propio de quien cree en el Dios de Jesucristo es la alegría. ¿Cuáles son los caminos que conducen a ella? El evangelio, por boca de Juan Bautista, ofrece unas claves concretas para una vida satisfactoria y feliz: a) «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo» (Lc 3,11). Se trata de compartir los bienes. Quien es feliz comparte, porque no existe la felicidad egoísta o cicatera, y la verdadera alegría consiste en dar y darse. b) A unos publicanos encargados de cobrar impuestos el Bautista les dice: «No exijáis más de lo establecido». Se trata de vivir en justicia. Exigir a otros más de lo establecido por ley es corrupción, dar al necesitado más beneficio del que por estricta legalidad le corresponde es caridad, y esta virtud reporta siempre alegría. c) Y a unos soldados Juan les advierte: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga». Se trata de rechazar todo tipo de violencia, huir de cualquier forma de extorsión y ser exquisitos en el servicio público. Los que se aprovechan de la situación para obtener ventaja, favoreciendo de cualquier modo sus intereses personales, no van por buen camino. d) En definitiva, «que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca» (Flp 4,5). Es la medida justa. Para vivir en serena alegría la vara de medirse uno mismo y de medir al prójimo es la medida de Dios: “la medida que quisierais que Dios use con vosotros, usadla vosotros con el prójimo” (cf. Mt 7,2.12). Si obras así verás a Dios en el prójimo y el prójimo verá a Dios en ti.