D. Florentino Alonso Alonso – (Diario de León, 20/07/2024)
Una imagen dibujan las lecturas de este domingo: un rebaño dispersado y expuesto a peligros de muerte que es llamado por Jesús, el Buen Pastor, a la unidad y a la vida. En Cristo cumple el Padre lo prometido en el Antiguo Testamento: «Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé… Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá… Mirad que llegan días en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarcaprudente, con justicia y derecho en la tierra» (Jer 23,1-6). Jesús será ese Pastor y Rey de Israel que verdaderamente se ocupará del pueblo, y sus apóstoles los pastores del nuevo Israel. Por eso podemos cantar: «El Señor es mi pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas» (Sal 22). San Pablo pone de manifiesto que Cristo es nuestra paz y que de judíos y gentiles ha hecho una sola cosa, reconciliando con Dios a los dos pueblos, para que, unos y otros, podamos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu (cf. Ef 2,13-18). En el evangelio, Jesús, en su misión de guiar al pueblo por los caminos de la salvación,siente lástima de la gente «porque andaban como ovejas sin pastor». Los discípulos comparten con él esta experiencia: después de su misión, vuelven a encontrase con el Señor, a hablar con él, a descansar con él. Aunque la tarea apremia y enseguida tendrán que volver a la misión, tienen que aprender al lado del Señor a mirar a la gente con los ojos compasivos del Maestro (cf. Mc 6,30-34).
También nosotros, especialmente en el domingo, día del Señor, como buenos discípulos, hemos de descansar en Cristo para continuar con fruto nuestras tareas, para forjarla vida como entrega generosa a los demás, para mantener una especial solicitud por todos aquellos hermanos nuestros que caminan como ovejas sin pastor: los pobres, los enfermos, los que van sin rumbo por la vida… Dios continúa llamándonos para que seamos discípulos incansables que, como Jesucristo, tengamos un corazón sensible y atento a las necesidades de los que nos rodean.