Liturgia Dominical – “ADORARÁS AL SEÑOR TU DIOS Y A ÉL SÓLO SERVIRÁS”

Mons. José Manuel del Río Carrasco (Diario de León, 26-II-2023)

          La historia de la humanidad tiene un Adán como comienzo y otro como meta; así nos lo enseña san Pablo: el primer Adán se convierte en un alma viviente y el último es un espíritu que da vida. En la liturgia de hoy se nos narran las tentaciones del primer y último Adán, dejándonos entrever las de los innumerables descendientes del primer Adán, que han vivido y vivirán sobre la tierra. Adán significa “hecho de la tierra”, que es el nombre de toda criatura hecha del polvo del suelo y destinada a volver a él: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, nos ha recordado la celebración del Miércoles de Ceniza.
Antes de volver al polvo, toda criatura ha de conocer las tentaciones que Adán no supo resistir en el Paraíso y que Jesús superó victoriosamente al inicio de su vida pública. La tentación es una elección entre el bien y el mal a la que toda criatura libre está llamada y, para la Biblia, son provocadas por un ser inteligente y malvado que se ha rebelado contra Dios y fomenta la subversión del hombre: el Adversario, Satanás, el Demonio. El libro del Génesis nos narra hoy la “tentación” de Adán. Al consentirla, Adán ha abierto la fuente de los pecados de toda la humanidad. El pecado de Adán, es de soberbia, desobediencia, vanagloria; es también un pecado de sensualidad.
Después de ser bautizado por Juan en el Jordán, Jesús se retiró al desierto para ayunar cuarenta días; allí se le presentó el Tentador. Para Satanás Jesús era un misterio. Para descubrir el misterio de aquel joven que ayunaba, tan distinto de los demás, pensó ponerle a prueba. Las tentaciones de Jesús son también las nuestras: el placer, la vanidad, el poder. Cristo las ha vencido y nosotros también podemos vencerlas. Desde nuestra debilidad somos atraídos hacia la experiencia del primer Adán; el don de la gracia nos lleva a la experiencia del último Adán. Debemos elegir con quién estar, si con el primero o con el último: la Cuaresma nos llama a tomar una decisión.