La Diócesis de León se sumará este próximo domingo día 23 a la III Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores, convocada por el Papa Francisco con el lema “Su misericordia se extiende de generación en generación” en la cercanía de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana del próximo día 26.
ENCUENTRO FECUNDO ENTRE GENERACIONES
El lema elegido para esta III Jornada Mundial de los Abuelos y Personas Mayores, “Su misericordia se extiende de generación en generación” (Lc 1,50), es, según el mensaje del Papa Francisco, “un tema que nos reconduce a aquel encuentro bendito entre la joven María y su pariente anciana Isabel (cf. Lc 1,39-56). Ésta, llena del Espíritu Santo, se dirige a la Madre de Dios con palabras que, a distancia de milenios, acompasan nuestra oración cotidiana” y “el Espíritu Santo, que ha descendido ya sobre María, la impulsa a responder con el Magníficat, en el que proclama que la Misericordia del Señor se extiende de generación en generación”. A partir de esta reflexión, el pontífice señala que “el Espíritu Santo bendice y acompaña cada encuentro fecundo entre generaciones distintas, entre abuelos y nietos, entre jóvenes y ancianos”.
Un mensaje para esta Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores en el que el Papa Francisco subraya que “es hermosa, este año, la cercanía entre la celebración de esta Jornada y la de la Juventud; ambas tienen como tema la “prisa” de María para ir a visitar a Isabel (cf. v. 39), y de ese modo nos llevan a reflexionar sobre el vínculo entre los jóvenes y los ancianos. El Señor espera que los jóvenes, al encontrarse con los ancianos, acojan la llamada a custodiar la memoria y reconozcan, gracias a ellos, el don de pertenecer a una historia más grande. La amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse. En definitiva, la visita de María a Isabel y la conciencia de que la misericordia del Señor se transmite de una generación a la otra revelan que no podemos avanzar —y mucho menos salvarnos— solos y que la intervención de Dios se manifiesta siempre en el conjunto, en la historia de un pueblo. Es María misma quien lo dice en el Magníficat, exultando en Dios que ha obrado maravillas nuevas y sorprendentes, fiel a la promesa hecha a Abrahán (cf. vv. 51-55)”.
ABRAZAR A LOS ABUELOS Y A LAS PERSONAS MAYORES
Y desde esa perspectiva intergeneracional, el Papa Francisco invita en este mensaje a “pasar de la imaginación a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”.
En esa línea, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida propone dos formas de participar en esta Jornada: celebrar una misa y visitar a mayores que viven solos. Además, la Penitenciaria Apostólica de la Santa Sede ha concedido indulgencia plenaria a todos los ancianos que participen en las liturgias celebradas con motivo de esta III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, y también se concede esa indulgencia plenaria a todos aquellas personas que en los días inmediatamente anteriores o posteriores a este 23 de julio visiten a un anciano que esté solo.