Jesús Miguel Martín Ortega – (Diario de León, 18-XI-2023)
Tras la caída de las grandes ideologías y la pérdida de expectativas en el más allá, se reduce la profundidad del momento presente y, por consiguiente, la merma del sentido de
responsabilidad.
El evangelio que se proclamará mañana domingo, con la significativa parábola de los
talentos, nos ayuda a preguntarnos por el sentido de nuestra vida y el ejercicio responsable de los bienes recibidos. La parábola de los talentos parte de un hecho fundamental: todos hemos recibido unos bienes de parte de Dios y todos en nuestra vida resolvemos qué hacer con dichos bienes. Nadie puede sustraerse a esta responsabilidad pues no hacer nada, esconder el talento bajo tierra, también es una forma de responder.
Podemos considerar nuestra responsabilidad de hacer producir nuestros talentos en el
contexto de la VII Jornada Mundial de los Pobres, con el lema: “No apartes tu rostro del pobre”. Nuestros talentos no se reducen a una cuestión meramente personal. Porque somos seres en relación, nuestros talentos han de enriquecer y beneficiar a los demás. El versículo del Libro de Tobías (Tb 4,7) que sirve de lema debe de ayudarnos a erradicar la aporofobia, siempre latente en sociedades aburguesadas y egoístas. Al contrario, nos unimos a todas las personas sensibles con las personas en situación de pobreza, para tender la mano, volver hacia ellas nuestro rostro y nuestro corazón, para hacer producir nuestros talentos poniéndolos al servicio de los pobres. ¡Cuántos de nuestros problemas se solucionarían con solo adoptar esta actitud de apertura y servicio a los demás!
Efectivamente, en los demás, en su situación siempre de necesidad, encontraremos la
superación de nuestras personales pobrezas e indigencias. Siempre estaremos tentados a esconder nuestro talento bajo tierra pero esta actitud a quien primero perjudica a quien la adopta: nos empobrece, nos hace insolidarios, nos roba el crecer humanamente, destruye la fraternidad y la amistad social.
