Queridos hermanos y hermanas:
Nos sentimos agradecidos por el don de la fe y de nuestra pertenencia a la Iglesia que peregrina en la Diócesis de León. Es “un regalo ser diocesanos” y así lo agradeceremos, celebraremos y expresaremos este año en torno al Día de la Iglesia Diocesana el domingo 12 de noviembre. Siempre convencidos de que debemos mejorar y vivir de cara a la conversión personal, eclesial, pastoral y misionera.
En este proceso sinodal que seguimos a buen ritmo, inmersos en un cambio de época que nos sorprende de tantas formas, continuamos aprendiendo a responder a la llamada que hemos recibido como discípulos misioneros de Jesús de Nazaret. Él nos invita a no tener miedo, más allá de nuestras fuerzas humanas y de los números, que necesitamos tener en cuenta, pero no han de condicionar el modo de ser, obrar y dar testimonio de nuestra Iglesia diocesana, de tal forma que seamos sencillamente generosos en todo.
Durante los encuentros con motivo de la Visita Pastoral vamos reconociendo nuestras debilidades y nuestras fortalezas. Asimismo, aflora espontáneamente lo que bien puede definirse como el agradecimiento por “el regalo de ser diocesanos”, por la historia de fe de esta querida diócesis y el esfuerzo de quienes nos preceden en un camino común lleno de bien, de justicia y de verdad; de amor a los demás, especialmente a los más necesitados, por la entrañable misericordia de nuestro Dios.
Al mismo tiempo, recordamos que la conversión, el proceso sinodal y el cuidado del patrimonio espiritual de la diócesis —además del arquitectónico y artístico—, debe guiarnos siempre hacia el objetivo de la misión. De este modo, no caeremos en ninguna autorreferencialidad o introversión parroquial, carismática, congregacional, cofrade, comunitaria, grupal, ni, por supuesto, diocesana.
Alegrémonos del fuego del Espíritu Santo que mantiene encendida la llama de nuestra fe, impulsando una Iglesia fraterna, evangelizadora y samaritana para que esté cada vez más dispuesta a vivir en “estado permanente de misión”, con la seguridad de que Dios la guía y suscita hombres y mujeres para trabajar en esta porción de la mies.
Que cada diocesano de León se pueda sentir “regalo con los otros”, corresponsable de su diócesis en comunión con la Iglesia que peregrina en España y con la Iglesia universal. Sintiéndonos pequeña porción del pueblo de Dios, no tengamos miedo y no nos dejemos llevar por “los canales de la nostalgia, la tristeza y la devastación”. Por el contrario, abandonémonos a la valerosa fuerza de “los ríos de la alegría”.
Que demos testimonio de Cristo vivo y, en consecuencia, seamos, con la fuerza del Espíritu, regalo de bendición del Padre para quienes encontremos en el camino. De tal suerte que podamos ampliar la tienda de nuestra diócesis con quienes quieran escuchar cómo Jesús llama a su puerta y estén dispuestos a abrirle para compartir la cena de la vida abundante y la esperanza que no defrauda.
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, cmf
Obispo de León