D. José-Román Flecha Andrés – (Diario de León, 13/07/2024)
- Marco Aurelio Antonino Augusto (121-180) fue ungido como emperador el año 161 como sucesor de su tío y padre adoptivo, Antonino Pío.
Sus maestros personales le enseñaron a adoptar los principios del estoicismo. Entre una batalla y otra contra los partos y los germanos, fue anotando las intimidades de su gratitud hacia diversas personas que habían influido en su formación.
Recordando a su maestro Severo, al que afectuosamente llamaba hermano, el emperador decía haber recibido de él el deseo de “amar al prójimo, a la verdad y a la justicia”. “Me inspiró una idea de un Estado fundado en la igualdad ante la ley, conforme a la igualdad natural y de derechos; y de un gobierno excesivamente cuidadoso de la libertad de los ciudadanos”.
- Recordando el éxito de la encíclica “Pacem in terris” de su predecesor, Juan XXIII, y teniendo muy presente el horror de la guerra de Vietnam, el papa Pablo VI instituyó la Jornada Mundial de la Paz, que había de celebrarse todos los años, el día primero de enero.
Pues bien, la primera de aquellas jornadas tuvo lugar el día 1 de enero de 1968. En el mensaje para aquella celebración, el Papa Pablo VI subrayaba estas ideas:
- La decisión de dedicar a la paz el primer día del año no ha de calificarse como exclusivamente religiosa y católica, sino que aspira a encontrar la adhesión de todos los amigos de la paz.
- La Iglesia Católica quería «lanzar la idea», con la esperanza de alcanzar un amplio asentimiento del mundo civil y encontrar promotores en la sociedad.
- Es necesario defender la paz de varios peligros: los egoísmos en las relaciones entre las naciones; las violencias de algunos pueblos; el recurso a terribles armas de exterminio; la exclusión de negociaciones fundadas en el derecho, la justicia y la equidad.
- La paz ha de fundarse en el espíritu de la convivencia de los pueblos y en una nueva mentalidad sobre el hombre, sus deberes y su destino.
- No se puede hablar de paz, si no se reconocen y respetan sus fundamentos: la sinceridad, la justicia y el amor
- La paz no es pacifismo, no oculta una concepción negligente de la vida, sino que proclama los valores universales de la vida, la verdad, la justicia, la libertad, el amor.
- Los valores humanos que apreciaba Marco Aurelio no pueden tener fecha de caducidad ni una excluyente patente de propiedad. No deberían ser privativos del estoicismo. Tendrían que ser comunes a las gentes de las diversas culturas y religiones.
Por otra parte, el horror de la guerra que conocía Pablo VI ha vuelto a hacerse presente en nuestros días. Es verdad que las ideas del emperador de Roma anticipaban en muchos siglos el proyecto del papa Pablo VI. Habría que preguntarse si esos mensaje todavía están en vigor.