D. José-Román Flecha Andrés – (Diario de León, 08/06/2024)
El día 25 de noviembre de 2014, el papa Francisco dirigió al Parlamento Europeo en Estrasburgo un discurso que no debería quedar en el olvido.
Decía él que los Padres fundadores de la Unión Europea, al desear un futuro de paz y comunión entre todos los pueblos del Continente, ponían su confianza en el hombre como persona dotada de una dignidad trascendente.
- La dignidad debería ser respetada por la promoción de los derechos humanos. En ese contexto incluía el Papa cuatro preguntas:
- ¿Qué dignidad existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento o de profesar sin constricción la propia fe religiosa?
- ¿Qué dignidad es posible sin un marco jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder?
- ¿Qué dignidad puede tener un hombre o una mujer cuando es objeto de todo tipo de discriminación?
- ¿Qué dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o, todavía peor, que no tiene el trabajo que le otorga dignidad?
- Por otra parte, “hablar de la dignidad trascendente del hombre,significa apelar a su naturaleza, a su innata capacidad de distinguir el bien del mal, a esa brújula inscrita en nuestros corazones y que Dios ha impreso en el universo creado”.
- Según el Papa, Europa padece de una soledad, que afecta a los ancianos, a menudo abandonados a su destino, a los jóvenes sin oportunidades para el futuro; a pobres que pueblan las ciudades y a los inmigrantes que buscan un futuro mejor.
Y añadía: “En su vocación de parlamentarios, ustedes están llamados a una gran misión, aunque pueda parecer inútil: Cuidar de la fragilidad de las personas y de los pueblos, que significa proteger la memoria y la esperanza, hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo de dignidad”.
- El Papa evocaba el conocido fresco vaticano en el que Rafael representó la Escuela de Atenas.Mientras Platón apunta su dedo hacia lo alto, hacia el cielo, Aristóteles tiende la mano hacia la tierra y la realidad concreta. El cielo indica la apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado al hombre europeo, y la tierra representa su capacidad de afrontar las situaciones y los problemas.
- Una Europa incapaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida corre el riesgo de perder la propia alma y aquel espíritu humanista que ama y defiende. La contribución del cristianismo no es un peligro para la laicidad, sino que es un enriquecimiento. Lo atestiguan los ideales cristianos de “la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un humanismo centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona”.