José-Román Flecha Andrés – (02-XII-2023)
Hace ya diez años el papa Francisco publicaba su exhortación apostólica “La alegría del Evangelio”. En ella nos decía que “con Jesús siempre nace y renace la alegría” (EG 1). Y, de paso, señalaba tres manantiales de la tristeza: “El corazón cómodo y avaro, la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, la conciencia aislada” (EG 2).
- Es vital que la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, “sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). La evangelización requiere “primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar” (EG 24). Primerear es adelantarse y salir al encuentro, buscar a los alejados y “oler a oveja”.
- Lo más importante es el anuncio del amor salvador de Dios que se manifiesta en Jesucristo muerto y resucitado (EG 36). Es necesario presentar las verdades de siempre en un lenguaje que refleje su eterna novedad (EG 41).
- Ante los procesos que estamos atravesando, el papa Francisco incluye cuatro fórmulas negativas:
- “No a una economía de la expansión”. Hoy se considera al ser humano como un bien de consumo que se puede usar y tirar. Los marginados y excluidos son explotados, como desechos sobrantes (EG 53).
- “No a la nueva idolatría del dinero”. La tiranía del consumo, la trampa de la deuda, la corrupción y la destrucción del medio ambiente reflejan los intereses del mercado, que ha sido divinizado (EG 55-56).
- “No a un dinero que gobierna en lugar de servir”. Es urgente crear una solidaridad desinteresada. La economía y las finanzas deben descubrir una ética a favor del ser humano. “¡El dinero debe servir y no gobernar!” (EG 58).
- “No a la inequidad que genera violencia”. Si no hay igualdad de oportunidades, la violencia estallará un día. El sistema social y económico es injusto en su raíz. “La inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema” (EG 59).
- Por otra parte, el Papa nos exhortaba a tratar de emprender con valentía y esperanza un camino positivo.
- Sí al desafío de una espiritualidad misionera. Tenemos que superar el desencanto y el complejo de inferioridad. ¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero! (EG 78-80).
- Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo. Hemos de superar nuestro egoísmo y nuestro individualismo enfermizo. ¡No nos dejemos robar la comunidad! (EG 87-92).
- Sí a la presencia de los laicos, que “son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios”. “¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!” (EG 102-109).
- Evidentemente, estamos llamados a anunciar el Evangelio en este momento de la historia. “Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista- siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra” (EG 183).