D. José-Román Flecha Andrés – (Diario de León, 02/03/2024)
El papa Francisco ya ha comenzado a prepararnos para la celebración del próximo Año Santo, que dará inicio el día de Navidad del 2024 y terminará el día de la Epifanía del 2026.
- El lema del Año Santo “Peregrinos de Esperanza”, ha sido incorporado al himno, compuesto por el teólogoPierangelo Sequeri y musicalizado por Francesco Meneghello: “Llama viva para mi esperanza,que este canto llegue hasta ti; seno eterno de infinita vida, me encamino, yo confío en ti”.
En el logo se ven cuatro personas que representan a cuatro continentes en camino hacia una cruz que se inclina para recibirlos. El himno se hace eco de esa imagen cuando se dirige al Padre para proclamar que “toda lengua, pueblos y naciones hallan luces siempre en tu Palabra. Hijos, hijas, frágiles, dispersos, acogidos en tu Hijo amado”.
- Tanto la imagen como el canto del Año Santo evocan dos pasajes que se encuentran en el libro de Isaías. El profeta veía a los hombres y mujeres, que convocados por la Palabra de Dios, dirigían su mirada y sus pasos hacia Jerusalén: “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Isaías 9,1).
En otro texto que leemos en la fiesta de la Epifanía, se escucha una urgente invitación dirigida ahora a la Santa Ciudad: “Levántate, revístete de luz, porque viene tu luz, la gloria del Señor resplandece sobre ti” (Isaías, 60,1).
Ha sido un acierto elegir el tema de la esperanza, en esta época. Este principio del nuevo milenio que comenzábamos cargados de entusiasmo, aparece cada día marcado por el desaliento y por la acedia, por el cansancio y la frustración.
- En la misa celebrada en la Basílica de San Pedro, el día 21 de enero, de 2024, Domingo de la Palabra de Dios, el Papa nos exhortó a escucharla con atención y a proclamarla con fidelidad y diligencia.
Después de rezar el Ángelus con los peregrinos reunidos en la Plaza, dijo que “los próximos meses nos conducirán a la apertura de la Puerta Santa, con la que comenzaremos el Jubileo”.
Y a continuación, nos pidió que intensifiquemos la oración “para prepararnos a vivir bien este acontecimiento de gracia y experimentar la fuerza de la esperanza de Dios”. No es ociosa esa invitación a recuperar la niña esperanza, como la llamaba Charles Péguy.
Así pues, desde ese Domingo de la Palabra de Dios hemos comenzado el Año de la oración. Por tanto, este ha de ser “un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo”.