Queridos hermanos y hermanas:
La segunda quincena del mes de julio estará siendo ya tiempo de visitas y encuentros con familiares y amigos a los que no vemos habitualmente. Un tiempo de especial compartir que se prolongará a buen seguro durante los meses de agosto y septiembre.
Estos encuentros nos recuerdan la importancia de vivir acompañados y sentirnos valiosos para los otros, dentro de la experiencia fundamental de sabernos amados y acompañados por Dios, que no defrauda nunca. Quizá no siempre lo tenemos suficientemente presente.
El papa Francisco, en su Mensaje para la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebrará este año el 28 de julio, nos propone una reflexión con este título: «En la vejez no me abandones» (cf. Sal 71,9). Nos recuerda que Dios no abandona nunca a sus hijos, tampoco en la edad avanzada, cuando las fuerzas flaquean o se tiene la tentación de sentirse inútil. La Sagrada Escritura narra la fidelidad del Señor -dice el Papa- que nos muestra su misericordia en todo momento y situación, incluso en la traición. Los salmos reflejan el asombro del ser humano ante Dios, que nos cuida en nuestra pequeñez, desde el seno materno hasta el último día de la vida, haciendo de la ancianidad signo de bendición.
Estamos llamados a vivir con la seguridad de que, efectivamente, Dios es cercano, ama y acompaña a cada persona a lo largo de toda su vida, especialmente cuando más lo necesitamos. Igualmente, debemos recordar que Dios cuenta con nosotros para mostrar su cercanía, amor y acompañamiento a otros.
Nuestros planes de verano y vacaciones pueden verse enriquecidos si tomamos conciencia de este don que recibimos del Señor para entregarlo a otros con sinceridad, cariño y cierta originalidad. Una sencilla pero relevante preparación mejorará los encuentros.
Así, podemos pensar en las personas que vamos a visitar, especialmente si están en una situación de vulnerabilidad, para desear encontrarlas, para ir con una buena disposición, para regalarles un detalle que cobrará valor por su significado y el cariño que lo envuelve, no por su coste económico.
Seguro que, sin esperar nada a cambio, recibiremos una sonrisa tierna, una caricia agradecida, un gesto amable, una palabra de sabiduría y otras sorpresas que nacen de los tesoros del corazón humano tocado por Dios.
El Papa en su mensaje insiste en que «no tengamos miedo de cambiar nuestras costumbres y de imaginar un futuro distinto para nuestros ancianos». Imaginar un futuro distinto para nuestros ancianos es imaginar un futuro distinto para todos. Implica cambiar o fortalecer algunas costumbres que permiten anticipar dicho futuro en el presente, sintiéndonos acompañados y acompañando a los demás de modo que crezca y se extienda la cultura del cuidado y del encuentro.
¡Feliz tiempo de encuentros acompañados y valiosos!
Con mi afecto y bendición.
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León