52 Congreso Nacional de Hospitalidades Españolas y 42 Encuentro Nacional de Jóvenes Hospitalarios
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos hospitalarios, nuestra oración sube hasta Dios, especialmente si la presentamos con humildad por intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de Lourdes, su madre y nuestra madre, como hemos hecho en León estos días, comenzando por la celebración en la basílica de la Virgen del Camino y hasta este momento.
El final de los tiempos que las lecturas de estos últimos domingos del ciclo litúrgico nos describen, donde acontecen cataclismos cuyas terribles imágenes permanecen grabadas en nuestra retina, tiene una luz de esperanza que siempre nos señala la Madre de Dios: “el Señor está cerca”.
Él ha hecho un solo sacrificio que asume y supera todos los sacrificios para la salvación de la humanidad. Él es nuestra esperanza, en él confiamos y él nos enseña a orar y a escuchar las súplicas de nuestros hermanos, sobre todo los pobres y los enfermos, que habéis tenido presentes en vuestro 52 Congreso y 42 Encuentro y son el centro para vosotros, hospitalarios discípulos misioneros de Jesús, y para toda la Iglesia, como expresa esta VIIIª Jornada Mundial de los Pobres.
Experimentándonos pequeños, pobres, hermanos y compañeros de camino de los pobres, hoy abrimos la tienda de las Hospitalidades de Lourdes en España para continuar superando miedos e indiferencias de la mano de la Virgen María y descubrir las historias concretas y los rostros de los pobres que nos interpelan, interpelan a Dios y claman por encontrar una vida digna y justa para todos.
Dejémonos convertir por Jesús en personas que saben y quieren escuchar la oración de sus hermanos los pobres, cuya carne sufriente nos importa y oremos desde nuestra pobreza para hallar juntos la respuesta de Dios y nuestra propia respuesta.
El Señor pone su amor en nuestros corazones para que amemos como él y nos hagamos «peregrinos de la esperanza» con gestos de ternura y misericordia que anuncien en Cristo un futuro dichoso para la humanidad, incluso para quienes han dejado de creer y de esperar en Dios y en el hombre.
Oremos y confiemos: Dios nos escucha. Amemos: Jesús nos enseña la urgencia de amar. Esperemos: seamos bálsamo de Dios para los pobres y dejemos que ellos los sean para nosotros, que somos igualmente pobres.
Que el banquete eucarístico así nos lo conceda pues es el mejor alimento de los débiles.
Amén.