2024 – XXXII Domingo del Tiempo Ordinario

«50 años de la parroquia Anunciación con nombres propios»

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Hermanos y hermanas, la acción de gracias por el cincuentenario de esta parroquia está llena de nombres propios. El primero, el de Jesucristo que se encarna por el misterio de la Anunciación, titular de la parroquia y de las Hermanas Dominicas de la Anunciata. La Anunciación inaugura la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4,4). Aunque observemos declive, tengamos presente que Dios ha iniciado un tiempo nuevo por su encarnación para nuestra salvación.

Junto al primer nombre propio hemos de recordar cada uno de los demás, comenzando por la comunidad parroquial y el colegio de la Anunciata, las asociaciones “ALAUDA” y “Paraíso-Cantinas” que junto al de “El Crucero” es nombre también de barrio. Recordamos los nombres del primero al último presbítero (párrocos y vicarios), del primero al último bautizado, las personas acompañadas en Cáritas y en cada ámbito parroquial, las Hermanas Dominicas destinadas a esta comunidad, unida a la parroquia y al colegio. Cada persona ha sido una respuesta vocacional para edificar la comunidad cristiana, como celebramos hoy en el Día de la Iglesia Diocesana.

Igualmente están escritos en el libro de la vida eclesial de esta comunidad desde los primeros grupos de grandes números hasta los últimos de la postpandemia con menos personas. Aquellos y estos con el mismo empuje del Espíritu hacia una comunidad cristiana sinodal misionera.

Todos tenéis vuestros nombres grabados en la historia de estos cincuenta años llenos de gracia, perdón y esperanza. Con vuestros nombres propios dais nombre común a la historia de esta asamblea terrena que está unida con la celestial, la de nuestros hermanos difuntos que están junto a Dios libres de las preocupaciones de este mundo y convertidos en luces nuestras.

Para mirar al futuro acojamos con fe la palabra profética que viene del Señor, igual que hizo la viuda de Sarepta, para experimentar que «la orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará» (1 Re 7, 14). Con esta esperanza cierta alcanzaremos la vida sin fin que nos ofrece Cristo, que ha destruido el pecado y nos ha salvado, según dice la carta a los Hebreos. Es la buena noticia que estamos llamados a comprender, compartir entre nosotros y testimoniar para que muchos se encuentren con Jesucristo y sus nombres estén junto a él en el libro de la vida.

Para dar tan buena noticia aprendamos a mirar como Jesús y a obrar siguiendo el ejemplo de la viuda pobre del evangelio que da incluso lo que necesita para vivir sin esperar reconocimiento ni gratitud. Dice el papa Francisco en su reciente encíclica Dilexit nos: «Qué hermoso es saber que si los demás ignoran nuestras buenas intenciones o las cosas positivas que podamos hacer, a Jesús no se le escapan, y hasta se admira» (DN 41).

Queridos sacerdotes, religiosas, laicos, este banquete nos hermana, nos fortalece y nos lleva a celebrar con alegría vuestra, nuestra, vida parroquial, diocesana, eclesial, pidiendo humildemente perdón por los errores y pecados, pero, sobre todo, dando lo que somos y tenemos y esperando con fe que la orza de harina no se vacíe para ser «granos que hacen [juntos] el mismo pan» de vida y unidad. Amén.