✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Hermanos y hermanas el papa Francisco ha dicho que «La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17)». Asociamos la Cuaresma a la conversión y al desierto y descubrimos que es volver al primer amor. O lo que es lo mismo, enamorarse por primera vez de Dios o volverse a enamorar de Él, con la consecuencia de una entrega que tiende a la plenitud y nos guía a la libertad. Por eso os invito a vivir una Cuaresma por amor, deseando ardientemente ya celebrar la Pascua.
Una Cuaresma por amor nos compromete a vivir para los demás, a su servicio. De tal modo que la oración, el ayuno y la limosna nos lleven siempre a ese desierto donde hallamos a Dios, fuente inagotable del amor verdadero. Eso es convertirnos al Señor, lento a la cólera y rico en amor.
No es difícil que nos reconciliemos con el Dios de la compasión, como nos pide el apóstol Pablo. Sabemos que Él nos escucha y nos ayuda en un tiempo que es favorable, un tiempo de salvación por su misericordia y amor.
Oremos, ayunemos y entreguemos limosna —dando de lo que necesitamos, no de lo que nos sobra— con la fuerza del amor de Dios, que nos impulsa a hacerlo generosamente.
Que el signo de la ceniza que vamos a recibir ahora nos recuerde el amor con el que Dios nos ama y nos inspira a recorrer este camino cuaresmal por amor deseando cada vez más comer la comida Pascual con el Señor Jesús.
Pongámonos bajo el amparo de la Virgen María, Ntra. Sra. del Camino, para llegar con un corazón nuevo a celebrar los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios que nos redime por el infinito amor que nos tiene Dios, como ahora vamos a celebrar, una vez más, en memoria suya.
Amén.