Ordenación presbiteral de Luis Alfredo García y Javier Eduardo Cortés
Buenos pastores de pequeños rebaños
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos sacerdotes, diáconos, seminaristas, personas consagradas, familiares de los ordenandos, comunidades “pequeño rebaño” que peregrináis en esta querida diócesis de León. Queridos Javier y Luis Alfredo.
Las ordenaciones presbiterales en el domingo «del Buen Pastor», cuarto de Pascua, tienen una gran riqueza de significado, uniendo la liturgia de la palabra, el rito de ordenación y el tiempo pascual que nos envuelve gozosamente, como la luz que representa a Cristo y nos envuelve en esta incomparable catedral.
La imagen del pastor, relevante en las Escrituras y en la comprensión de la figura del presbítero, adquiere su plenitud en Jesucristo y en la luz del misterio de su muerte y resurrección.
Javier, Luis Alfredo, haced vuestra la contemplación del rostro auténtico del buen pastor, para que vuestro sacerdocio ministerial se renueve cada día. No dejéis de mirar al Buen Pastor y de configuraros diariamente con su corazón.
En el Evangelio hemos escuchado a Jesús decir que es el buen pastor y da su vida por las ovejas. Por tanto, Jesús es el culmen de la revelación de Dios como pastor de su pueblo. Por su parte, la Pascua de Cristo, en la que se realiza plenamente la obra pastoral de Dios, es un acontecimiento sacrificial. De este modo, Jesús es, al mismo tiempo, Buen Pastor y Sumo Sacerdote que da la vida por nosotros. Así le reconocemos como piedra angular, aunque fuera desechada por los arquitectos, como denuncia Pedro en la primera lectura del Libro de los Hechos (4,8-12) y reconoce el salmo en el que el orante da gracias a Dios porque lo ha puesto a salvo (Sal 118).
Jesús experimentó lo que supone ser desechado por los hombres para ser luego rehabilitado por Dios y cimiento de un nuevo templo y de un nuevo pueblo. Esta es la Pascua victoriosa de Cristo que da el fruto de convertirnos en hijos de Dios, como dice la primera carta de san Juan (3,1-2). Cristo Jesús, con su encarnación, muerte, resurrección y el don del Espíritu Santo, introduce al ser humano en una nueva relación con Dios igual a la suya, la filiación con el Padre, que ya se nos ha concedido, aunque todavía sin la plenitud que tendrá cuando le veamos tal cual es (cf. 1ª Jn 3,2). Tened bien presente la buena nueva de esta gracia para anunciarla con alegría.
Hacia esa relación nueva y plena con Dios, donde está la vida verdadera y abundante, nos conduce el Buen Pastor entregándose libremente en un servicio que consiste en mantener unido al pueblo de Dios y guiarlo por medio del sacrificio de la vida en el acto supremo de la humildad y el amor oblativo que constituye el misterio de la cruz.
Javier, Luis Alfredo, vais a ser hoy engastados de un modo singular en el misterio de la cruz de Cristo —como esas piedras preciosas que llevaba ayer el relicario del Lignum Crucis de santo Toribio de Liébana— con una unión personal con él, para prolongar su misión salvífica. Una unión que ha de ser «cada vez más estrecha» por vuestra entrega sin reservas convirtiéndoos en puerta del sacrificio pascual por donde los hombres y mujeres puedan entrar a los pastos de la abundancia, que son los pastor de la vida y el amor verdaderos y eternos de los que siempre se tiene hambre en esta tierra. Que vuestras familias —a las que agradecemos su generosidad y apoyo—, quienes os acompañan hoy y quienes, aún sin saberlo, os aguardan para que seáis sus pastores misioneros, os descubran como puerta del sacrificio pascual.
Esta dimensión sacrificial es inseparable de la pastoral y ofrece la verdad y la fuerza salvadora de la que depende el auténtico éxito de vuestro pastoreo, que ha de ser pastoreo de fecundidad de Dios en el corazón humano y en su pueblo sin que os tenga que importar mucho pastorear “pequeños o grandes rebaños” porque, en todo caso, tendréis que enseñarles a escuchar al Buen Pastor que dice: “No temas” (cf. Lc 12,32).
Así pues, que vuestro pastoreo sea fecundidad de Dios en la comunidad, pequeño y débil rebaño, que habéis de acompañar para que confíe en el Buen Pastor y que habéis de guiar hacia la comunión fraterna diocesana, sinodal y universal.
Que vuestro pastoreo sea fecundidad de Dios en la evangelización misionera de modo que nadie se quede en vosotros como un fin, sino que por vuestro ministerio muchos lleguen a encontrarse con Jesucristo.
Finalmente, fecundidad de Dios en la misión samaritana para que no haya ninguna oveja —ninguna persona— herida que se quede sin curación y pueda alcanzar, como todas, las verdes praderas y los abundantes pastos de la alegría sin fin.
Que la Virgen del Camino os guarde en su Corazón maternal formándoos para ser buenos pastores misioneros como su Hijo Jesús, vivo y glorioso. San Froilán y cuantos modelos de santidad os habéis encontrado en vuestro camino personal y os ofrece la Iglesia particular de León desde hace tantos siglos, os ayuden también con su ejemplo, con su camino ante vosotros, delante de vosotros.
Damos gracias a Dios con el corazón alegre porque hoy el Buen Pastor quiere hacer a través de vosotros fecundo pastoreo en medio de su pueblo, nuestro pueblo.
Amén.