«Por ti, por mí, trabajo decente»
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos hermanos y hermanas. Dice santa Teresa de Jesús, cuya fiesta celebramos hoy: «Va el trabajo acompañado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamás querría salir de él, y así no se siente por trabajo sino por gloria» (Vida 18.1). Hablar así del trabajo es como hablar del trabajo decente que reivindicamos inspirados por la sabiduría del Señor que viene suscitando la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) desde hace diez años.
Es tiempo de continuar con sabiduría e inteligencia el compromiso por un “pan de sensatez” en el mundo del trabajo para que los trabajadores alcancen el gozo que santa Teresa atribuye a un trabajo digno, que promueva bendiciones y no maldiciones en los sencillos, para quienes están reservadas las cosas de Dios Padre, las cosas del mundo nuevo.
Con una actitud sencilla, bajo el lema de este año —«Por ti, por mí, es decir, por nosotros»—, queremos sumarnos a las voces que claman por extender en la sociedad la necesidad del trabajo decente, para que cada persona goce de una vida digna.
Esto nos exige estar atentos en la Iglesia a lo que ocurre en el mundo del trabajo para defender el trabajo decente siempre. La defensa y promoción de la dignidad de las personas trabajadoras y de su trabajo es parte de la misión evangelizadora y samaritana y de la comunión fraterna de la Iglesia. Como dice el documento Dignitas infinita en su presentación «la Iglesia está profundamente convencida de que no se puede separar la fe de la defensa de la dignidad humana, la evangelización de la promoción de una vida digna y la espiritualidad del compromiso por la dignidad de todos los seres humanos».
Esta unidad de ser y acción requiere ineludiblemente un cuidado especial de los más empobrecidos, vulnerables y excluidos. Por eso debemos pedir que se aborden con decisión situaciones como el desempleo estructural, la precariedad laboral, la plaga de la siniestralidad laboral y el aumento de las enfermedades físicas y mentales en el mundo del trabajo, con acosos y presiones, así como la pérdida de poder adquisitivo salarial, las dificultades de conciliación laboral y familiar, etc.
En fin, reivindicaciones justas y necesarias que exigen nuestro apoyo y nuestro recuerdo permanente, al mismo tiempo que ofrecemos el encuentro con Jesucristo a quienes están cansados y agobiados, sobre todo por la falta de dignidad en el trabajo. Como recordamos y celebramos en el banquete de la Eucaristía, él nos fortalece para seguir luchando y nos da descanso y alivio porque es manso de corazón y su carga es ligera y liberadora, trasmisora de plenitud de vida.
Amén.