2024 – Fiesta de la Presentación del Señor

«Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad»

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Queridos hermanos y hermanas. “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad” es la súplica humilde de quien se sabe llamado por Dios a vivir prolongando a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia la oblación de Jesucristo hasta la muerte en cruz y asumir el fíat de María Virgen.

Este año, siguiendo el lema propuesto para España, la vida consagrada quiere decir con plena conciencia y libertad: “¡Aquí estoy!”.  Más aún, “¡Aquí estamos!”. Para disponernos a buscar y hacer la voluntad divina como personas consagradas y comunidades fraternas dentro del pueblo de Dios en camino sinodal. Tres imágenes acompañan esta celebración: la luz, los ancianos Simeón y Ana y la escucha.

Las candelas propias de esta hermosa fiesta, con las que hemos comenzado nuestra celebración, son luz que significa el resplandor de Cristo que expulsa las tinieblas. Llevando en nuestras manos el cirio salimos a su encuentro.

De igual modo, la luz que portamos es señal de la profecía que ha de distinguir a la vida consagrada que está en el corazón de “Una Iglesia sinodal en misión”.

Por su parte, Simeón y Ana, pacientes y expectantes, son imagen de la profecía que se vive buscando, procurando y cumpliendo la voluntad del Padre. Como nos lo comunicará Jesús cuando aparezca en ese mismo templo y les diga a José y a María que tiene que estar en las cosas del Padre.

Dar un paso adelante —aquí estoy, aquí estamos—, nos dispone a hacer la voluntad de Dios. Es un modo fructífero de ser y obrar de los consagrados al Señor, al servicio de la Iglesia y de la humanidad, sobre todo en medio de las personas que sufren. La voluntad de Dios ha de ser siempre nuestro querer y ser de personas y comunidades consagradas con la profecía ineludible de las periferias.

Esta voluntad se descubre también cuando nos abrimos a la escucha confiada, como la Virgen del Fiat, siempre atenta a la voz de Dios, incluso cuando escucha que una espada traspasará su alma y guarda este anuncio de dolor en su Corazón Inmaculado.

Escuchemos al Espíritu y a los hermanos con coraje para aprender a hacer vida esta plegaria humilde: “Aquí estoy —aquí estamos—, Señor, hágase tu voluntad”.

Que el pan eucarístico que vamos a compartir se convierta para nosotros en alimento que nos fortalece. Comiendo de este pan, creceremos en gracia, como el Señor, para recibir su sabiduría que nos guía y acompaña.

Amén.