Peregrinación del Lignum Crucis de Liébana a León
✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León
Queridos hermanos y hermanas. Queridos diocesanos de Santander: con vuestro obispo Arturo al frente habéis traído al corazón de la diócesis de León esta santa reliquia que nos hermana y nos recuerda que somos sus testigos como lo fue el sacerdote que la custodió y preservó en tiempos convulsos, don Francisco Galiante, sacerdote mártir en proceso de beatificación.
Sabemos que la cruz es un signo de escándalo y necedad para quien no ha recibido el don de la fe y señal de gloria y sabiduría para quien ha acogido la gracia de creer en Jesucristo. Por la fe y, por la inquietud evangelizadora hacia quien no ha recibido el don de creer, nos honra y es motivo de inmensa gratitud la presencia aquí del Lignum Crucis que custodiáis en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana.
Gracias por vuestra peregrinación de luz y esperanza. La cruz de Cristo nos reconforta. Abrazarnos a ella disipa todo temor, toda sombra de muerte y nos da coraje.
Al contemplar la santa reliquia hacemos memoria de la exaltación de la Santa Cruz en la que ha sido elevado el Hijo del Hombre para darnos vida, para que todo el que cree encuentre la alegría de la vida eterna.
Solo en el encuentro con Jesús, que no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que pasó por uno de tantos, se aclara el significado central de la Cruz. Es decir que Él ha muerto y resucitado por todos y por cada uno en lo que es el reconocimiento universal y subjetivo de la salvación. Por ello, proclamamos que en la Cruz se manifiesta el amor gratuito y misericordioso de Dios. Ese amor que siempre se experimenta al pasar de ser hombres y mujeres dubitativos, injustos, pecadores e inmisericordes a personas perdonadas, justas y misericordiosas.
La paz, la concordia, la fraternidad que necesita y anhela nuestro mundo tienen respuesta en la cruz de Jesús y en nuestro cambio de la no vida a la vida en Cristo. Urge anunciar que la cruz tiene la fuerza de hacernos pasar de la duda y el escándalo a la certeza y la gloria conociendo que todo es gracia y viene de Cristo. Decir Cruz es decir salvación como merced dada a toda criatura.
Por eso creemos firmemente que, frente a cualquier desorden, injustica, violencia, guerra, miseria, la restauración del bien y la consecución de la armonía y la paz están en el reconocimiento de Cristo crucificado, muerto y resucitado.
Pidamos a Cristo Jesús que aumente nuestra fe para descubrir que la luz que vence a las sombras que nos acechan está en la fuerza de Dios aparentemente débil. Que aumente nuestra fe para ver que allí donde parece que solo hay fracaso, dolor, derrota, está todo el poder del amor ilimitado de Dios. Que aumente nuestra fe para ver con claridad y firmeza que el Dios que parece que solo se reconoce en signos prodigiosos y admirables, sin embargo, se manifiesta verdaderamente en la humildad de hacerse hombre y morir en un madero reservado a lo más ínfimo de la humanidad. Lo que es necedad, sin sentido, irrelevante para algunos es para nosotros muestra del inmenso amor con el que amó Dios al mundo entregando a su Hijo único para salvarlo por Él.
Agradezcamos en esta eucaristía tanto don. Que al venerar la reliquia de la Santa Cruz renovemos nuestra adhesión total a Jesucristo vivo para entrar así en el poder del amor de Dios que salva la humanidad de su destrucción por su paciencia redentora. Renovemos nuestro gozo y nuestra esperanza más cierta en la Santa Cruz, el árbol de la nueva vida. Amén.