2024 – Domingo de Ramos

«La alabanza y confianza de los pequeños»

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Domingo de Ramos en la pasión del Señor. Hoy nos hemos sumado al «Hosanna» de los niños hebreos, a la «alabanza de los pequeños», en la procesión hasta la Catedral.

Junto a los niños, la muchedumbre que grita «Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor» es el preludio de la alabanza a Dios que canta la Iglesia, pequeño rebaño, pequeña comunidad, edificada por quienes debemos estar dispuestos a ser como niños para entrar en el reino de los cielos.

En su pasión, Jesús se entrega mostrándose vulnerable, débil, pequeño, tanto o más que en su humilde nacimiento. Dios niño va a ser ahora Dios crucificado. Así, Él comparte con nosotros el destino humano y nos comunica la buena noticia de que es plenamente «Dios con nosotros». En su pasión nos transmite la confianza de que nada ni nadie, ni siquiera el mayor sufrimiento, nos puede separar de Dios, sino que nos unirá más a él, si sabemos aceptarlo. No cesan noticias de violencia, destrucción y muerte que nos hacen mirar más a Jesús para encontrar en él la salvación, el bien y la paz que anhelamos.

En verdad «El Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por muchos» (Mc 10,45). Por ello «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). No hay pequeñez humana que irradie más grandeza.

Sintámonos reconfortados al contemplar y meditar la pasión de Jesús para vivir sin miedo en nuestra fragilidad y pequeñez. Nos da fuerza conocer que Él ha sido frágil y pequeño hasta el extremo por su exceso de amor y ha asumido en sus padecimientos los de la humanidad entera. Así nos inspira e impulsa a decir al abatido una palabra de aliento.

El mensaje de la pasión de Jesús ilumina el destino humano en todas sus dimensiones y suscita verdaderas esperanzas, porque no anuncia una vida fácil, ni promete el paraíso en la tierra. Sin embargo, el camino de Cristo sostiene el nuestro y lo alienta con un sí a la voluntad de Dios que nos libera como liberó y levantó a Jesús en la Cruz y en la Resurrección.

En esta Eucaristía ponemos nuestra confianza en el amor vivificante del Padre y del Hijo en el Espíritu y nos serenamos al oír la voz que nos dice: “No temáis si os hacéis humildes, como niños; no temas pequeña comunidad redimida” (cf. Mt 5,3; 18,3; Lc 12,32).

Cantando las alabanzas de los humildes, acompañemos al Mesías que entra triunfante en Jerusalén y recorre el camino hasta la cruz para darnos vida nueva. Al mismo tiempo, caminemos con los que más sufren para anunciar con esperanza la buena noticia de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Amén.