2024 – Domingo de la Santísima Trinidad

Jornada Pro Orantibus

“Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: ¡Hágase tu voluntad!”

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Queridos hermanos y hermanas. Sabemos que en el Antiguo Testamento quien veía el rostro de Dios no quedaba con vida (cf. Ex 33,20). En el Nuevo Testamento, contemplar el rostro de Dios y escuchar su voz, por el contrario, no solo permite seguir viviendo, sino, además, alcanzar vida abundante y confiar en la vida nueva y eterna en Cristo.

Dentro de la vida en Cristo, contemplar el rostro de Dios, el único Dios, y observar sus mandatos es abrazar la felicidad eterna (cf. Dt 4,39-40), conocer sus designios, su voluntad y, por tanto, encontrar el camino que conduce a la plenitud, a la santidad.

Una senda que recorremos y queremos proponer a muchos, pues somos enviados a hacer discípulos de todas las naciones, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Mt 28,19). Así se extenderá el pueblo que el Señor se escogió como heredad (cf. Sal 32), del que somos corresponsables.

Para esta misión hemos recibido el don de ser hijos del Padre y coherederos con Cristo, dejándonos llevar por el Espíritu Santo, como escuchábamos en la carta a los romanos (cf. 8,14-17).

Por ello, estamos dispuestos a cumplir la voluntad del Padre guiados por el Espíritu, como el Hijo. Voluntad que es verdad y dignidad que necesitan los hombres y mujeres de nuestro tiempo —como los de todos los tiempos— y, por tanto, necesitamos también los discípulos de Cristo, para encontrar respuestas y sentido a nuestras tristezas y angustias, gozos y esperanzas, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren (cf. GS 1).

Los contemplativos os habéis consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno de la Trinidad y sois «los que rezáis», como os reconocemos con la sencillez y profundidad del apelativo con el que damos nombre a la Jornada Pro Orantibus. Habéis recibido el don de hacer de la actitud orante regla y medida para todas las cosas.

Hoy todo el pueblo de Dios quiere agradecer vuestro hermoso don, que tanto bien hace a la Iglesia y al mundo. Vuestra contemplación del rostro de Dios para cumplir su voluntad es agua fresca y cristalina para nuestros corazones sedientos de Él y necesitados de respuestas veraces y dignas.

Nos conviene a todos ser más contemplativos y, en medio de las fatigas y las alegrías de cada ajetreada jornada, hacer presente al Señor, de manera que hallar y cumplir su voluntad sea sosiego y encuentro de la verdad y la dignidad para todas las gentes.

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, te pedimos en la celebración de esta Eucaristía por todos los contemplativos, por el resto del pueblo de Dios y por la humanidad entera, en especial la sufriente, para que «Contemplando tu rostro aprendamos a decir: ¡Hágase tu voluntad!» y abracemos e invitemos a otros a abrazar la felicidad eterna (cf. Dt 4,40),

Que, de este modo, encontremos y llevemos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo las respuestas a sus preguntas más inquietantes y transcendentales, con la verdad y la dignidad que solo pueden venir de Dios uno y trino, misterio eterno de comunión, amor y salvación.

Amén.