2024 – Clausura Visita Pastoral Arciprestazgo ‘Virgen del Camino’

«Contemplamos a Cristo vivo y glorioso»

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Queridos hermanos y hermanas, concluimos la Visita Pastoral al Arciprestazgo de la Virgen del Camino en nuestra entrañable y querida basílica el Domingo Laetare.

Ha sido un tiempo intenso y dichoso desde el inicio de esta Visita en la parroquia de la Sagrada Familia el pasado 3 de febrero. Está presente aquí cada persona de las parroquias, colegios, comunidades religiosas, centros, residencias… de todo el arciprestazgo. Sobre todo, quien está enfermo, necesitado o sufriendo por cualquier causa.

Dando gracias al Señor por tanta fe de tantos hermanos, ofrecemos la Visita Pastoral en el banquete de la Eucaristía por intercesión de la Virgen María camino de la Pascua, hacia la libertad a la que Dios nos guía, como dice el Papa en su mensaje cuaresmal.

Ya cercana la Semana Santa —este domingo estamos invitados a la alegría por la cercanía de la Pascua— la Virgen María nos invita a mirar al Crucificado para encontrarnos con Él. Ella nos muestra el rostro de la misericordia del Padre en Jesús camino del Calvario, al pie de la Cruz e inerte en su regazo, como madre de piedad y consuelo en el dolor y el llanto de una humanidad herida y sufriente que tanto amó y ama Dios.

María nos enseña a contemplar a su hijo crucificado, pero vivo y glorioso, tal y como se lo pedimos cuando cantamos el Himno a la Virgen del Camino.

Quiero imaginar alguna conversación entre María y Nicodemo, después de un encuentro de este fariseo con su hijo, cuando lleno de dudas intuye que el Nazareno viene de Dios. Pienso en María ayudando a Nicodemo a confiar en su hijo y caminar hacia la luz superando el temor para encontrar el amor de Dios Padre y la luz de la verdad.

Al igual que Nicodemo, nosotros buscamos a Jesús y tenemos dudas. María nos guía hacia el encuentro, hacia la luz, hacia la verdad. Por eso la madre señala al Crucificado. Porque él mismo ha dicho que en la cruz está la luz que irradia el amor más grande: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo» (Jn 3,16).

Estas señales de vida dan continuidad a la compasión de Dios con su pueblo desde el Antiguo Testamento con el aviso de sus mensajeros cuando se multiplican las infidelidades como hemos escuchado en la lectura del segundo libro de las Crónicas. Todos son signos que nos merece la pena apreciar con gratitud porque nos permiten ver la gracia de Dios y recibir su luz y su gozo, fortaleza para el camino. Aunque resulte paradójico, mirar a Cristo muerto en la Cruz es encontrar la luz de Dios que se abre en medio de las tinieblas hasta rasgar el velo del templo; es vivir con Cristo y ser partícipes de la Resurrección.

Si nos percibimos pocos —pequeño rebaño— mayores, heridos y desesperanzados, miremos unidos al Crucificado y busquemos su luz, su vida nueva, para caminar juntos en la misma dirección y obrar en consecuencia.

Que la firme y bien fundada decisión de vivir con Cristo que ha de tomar cada bautizado se manifieste con gozo en un modo de ser y obrar sinodal. Un modo de ser y obrar que edifique comunidades cristianas vivas de comunión fraterna que mantengan, acrecienten la unidad y faciliten encuentros fraternos tomando como modelo las primeras comunidades cristianas, según narra el Libro de los Hechos de los Apóstoles.

Comunidades cristianas vivas de evangelización misionera, conscientes de la necesidad hoy del primer anuncio, para ser testigos y mensajeros del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, con la vocación y el don de la gracia de Dios que cada uno recibe para evangelizar con otros, nunca en solitario.

Comunidades cristianas vivas, acogedoras, de misión samaritana que acompañen a quienes necesitan levantarse de su postración e invitándoles a participar del banquete del amor desde unas relaciones de ayuda que dignifiquen.

La Virgen María camina con nosotros para construir y extender este sencillo y al mismo tiempo laborioso proyecto de comunidades cristianas vivas. Nosotros se lo presentamos juntos al Señor esta tarde, confiados en la siempre segura intercesión de Nuestra Señora del Camino.

Con esta intención y la ofrenda de nuestras vidas nos unimos al sacrificio de Cristo en el banquete eucarístico alegrándonos de la cercanía de la Pascua que hemos de celebrar con un corazón abierto a lo que nos inspire Jesucristo vivo y glorioso.

Amén.