2024 – Centenario de la Institución Teresiana

“Cien años para que la sal no se vuelva sosa”

✠ Luis Ángel de las Heras, CMF
Obispo de León

Miembros de la Institución Teresiana, sacerdotes, hermanos y hermanas, damos gracias a Dios unidos al resto de celebraciones con motivo del centenario de vuestra aprobación pontificia, recordando que aquí en León se celebró vuestra primera asamblea general en 1928.

Para agradecer tanto don hacemos memoria de san Pedro Poveda, presbítero y mártir, vuestro fundador, junto a Josefa Segovia. Ambos, llenos de caridad y fuerza apostólica, nos recuerdan la grandeza y pasión de la entrega a Dios y a la causa de su Reino, respondiendo al Señor que llama ya en el seno materno para ser profeta e incluso mártir, como el mismo Pedro Poveda.

Quienes han marcado los pasos de la Institución Teresiana superaron el temor de la persona que escucha la voz de Dios y siente que no sabe hablar, que es débil y pequeña.

Un temor que se desvanece por la fe en la Palabra del Señor, nuestra esperanza, que nos dice que iremos donde él nos envíe y diremos lo que él nos sugiera, porque pone sus palabras en nuestra boca.

Es una certera descripción de la confianza entre Dios y el ser humano que respira la Institución Teresiana abierta a quienes buscan un lugar donde vivir la vocación cristiana.

Confianza que hoy agradecemos mirando al futuro con esperanza. Cien años para que la sal no se vuelva sosa y la luz permanezca en el candelero es un centenario con vocación de eternidad.

Al mismo tiempo es una joven historia llena de gracia para vivir la fe en asociación y contribuir a la promoción humana, comenzando por la mujer y siguiendo por la transformación social, mediante la educación y la cultura, desde vuestras responsabilidades profesionales y familiares, participando en la misión evangelizadora de la Iglesia con preferencia por los más pequeños.

Habéis sido y seguiréis siendo precursoras de sinodalidad misionera y audaces caminantes de la senda del seguimiento que lleva siempre a la casa de los pobres.

Sin duda, estáis llamadas a ser sal de la tierra y luz del mundo, en medio de él, con un singular modo de ser y obrar en la sociedad, de unir oración y estudio, formación y acción. Creyendo, esperando y amando seréis sal que sala y luz que brilla como os quiere y nos quiere Jesús a todos los bautizados, cada uno con su vocación personal vivida en comunión fraterna, para salar e iluminar corazones desalados y oscurecidos.

Hermoso desafío evangélico el de ser sal y luz, testigos de aquella esperanza tan grande que no puede ser destruida, ya que es el mismo Cristo y que os permite gloriaros en su Cruz como criaturas nuevas dispuestas a volver siempre al amor primero. Aquél que os hace brillar y sazonar con el resto de hijas e hijos de la Iglesia formando una constelación de pueblo de la luz y de la sal para ayudar a quienes buscan a Dios y quieren ver mejor en su travesía por este mundo, de modo que se encuentren con Cristo, que camina con todos y nos invita a caminar juntos.

Que en la fracción del pan que vamos a celebrar ahora descubramos a Cristo Resucitado que nos quiere criaturas nuevas, sal y luz de esperanza para que las buenas obras den gloria al Padre, que está en los cielos, y nuestro mundo se acerque cada vez más a su Reino de luz y sal, de paz y misericordia, como Pedro Poveda y Josefa Segovia soñaron y nos hacen soñar hoy con los pies en la tierra en la que se encarnó nuestro Dios.

Amén.